/ sábado 26 de septiembre de 2020

Calidad humana

PENSARES

En esta época todos hablan de calidad de productos, de calidad de procesos, calidad de servicios, calidad de sistemas. Muy poca gente habla de calidad humana, calidad de vida y sin ellos todo lo demás es apariencia sin fundamento.

Hablar de calidad humana es cuidar nuestros vínculos con los demás; necesitamos rehacer nuestros vínculos humanos. De nada sirve trabajar de sol a sol en un lugar donde no tenemos amigos y llegar cansados a un lugar al que nadie se interesa por saber cómo nos fue.

¿Por qué trabajar tanto si nos sentimos solos? Es triste leer un libro y no tener a alguien con quien comentarlo; es doloroso sentirse preocupado y no contar con una persona a quien abrirle el corazón. De nada vale estar al frente de una cancha de tenis, de futbol o frente a un juego de salón si no tenemos con quien jugar, con quien disfrutar ese momento.

¿Por qué tener lo que no se puede compartir? Ni las cosas, ni el dinero poseen valor intrínseco; el valor de lo material está en su aplicación, en el servicio a alguien más o la convivencia con alguien más.

La belleza de tener está en compartir. La magia de luchar por una prosperidad económica estriba ni más ni menos en poder sonreír a alguien a quien le damos el privilegio de disfrutar lo que ganamos.

Eso es parte de la naturaleza humana: Dar, convivir, amar, servir, ayudar. Hagámoslo.

En muchas ocasiones estamos asustados de lo que tal vez no podemos hacer, asustados de lo que pensaría la gente si tratamos; permitimos que nuestros miedos se interpongan en nuestros sueños.

Decimos no cuando queremos decir sí, murmuramos cuando queremos gritar y después gritamos a quien no teníamos que hacerlo. ¿Por qué? Después de todo cruzamos por esta vida una sola vez. No hay tiempo para tener miedo. Así que intentemos aquello que no hemos hecho, arriesguémonos. Escribamos aquella carta; enfrentémonos como ganadores a las cosas cotidianas.

Hablemos en contra de lo que no nos guste; visitemos pueblos que no conocemos. Demos ese beso que nos provoca; no nos quedemos con el abrazo contenido, ni la risa escondida; digámosle cuánto le amamos.

El tiempo no regresa, no tenemos nada qué perder y todo que ganar.


PENSARES

En esta época todos hablan de calidad de productos, de calidad de procesos, calidad de servicios, calidad de sistemas. Muy poca gente habla de calidad humana, calidad de vida y sin ellos todo lo demás es apariencia sin fundamento.

Hablar de calidad humana es cuidar nuestros vínculos con los demás; necesitamos rehacer nuestros vínculos humanos. De nada sirve trabajar de sol a sol en un lugar donde no tenemos amigos y llegar cansados a un lugar al que nadie se interesa por saber cómo nos fue.

¿Por qué trabajar tanto si nos sentimos solos? Es triste leer un libro y no tener a alguien con quien comentarlo; es doloroso sentirse preocupado y no contar con una persona a quien abrirle el corazón. De nada vale estar al frente de una cancha de tenis, de futbol o frente a un juego de salón si no tenemos con quien jugar, con quien disfrutar ese momento.

¿Por qué tener lo que no se puede compartir? Ni las cosas, ni el dinero poseen valor intrínseco; el valor de lo material está en su aplicación, en el servicio a alguien más o la convivencia con alguien más.

La belleza de tener está en compartir. La magia de luchar por una prosperidad económica estriba ni más ni menos en poder sonreír a alguien a quien le damos el privilegio de disfrutar lo que ganamos.

Eso es parte de la naturaleza humana: Dar, convivir, amar, servir, ayudar. Hagámoslo.

En muchas ocasiones estamos asustados de lo que tal vez no podemos hacer, asustados de lo que pensaría la gente si tratamos; permitimos que nuestros miedos se interpongan en nuestros sueños.

Decimos no cuando queremos decir sí, murmuramos cuando queremos gritar y después gritamos a quien no teníamos que hacerlo. ¿Por qué? Después de todo cruzamos por esta vida una sola vez. No hay tiempo para tener miedo. Así que intentemos aquello que no hemos hecho, arriesguémonos. Escribamos aquella carta; enfrentémonos como ganadores a las cosas cotidianas.

Hablemos en contra de lo que no nos guste; visitemos pueblos que no conocemos. Demos ese beso que nos provoca; no nos quedemos con el abrazo contenido, ni la risa escondida; digámosle cuánto le amamos.

El tiempo no regresa, no tenemos nada qué perder y todo que ganar.


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