PENSARES
El día en que María José nació, en verdad no sintió gran alegría porque la decepción que sentía parecía ser más grande que el gran acontecimiento que representa tener un hijo. Él quería un varón.
A los dos días de haber nacido fue a buscar a sus dos mujeres. Una lucía pálida y la otra radiante y dormilona. En pocos meses se dejó cautivar por la sonrisa de María José y por el negro de su mirada fija y penetrante. Fue entonces cuando empezó a amarla con locura; su carita, su sonrisa y su mirada no se apartaban ni un instante de su pensamiento, todo se lo quería comprar. La miraba en cada niño o niña, hacía planes, todo sería para su María José.
Una tarde estaba una familia amiga de su casa haciendo un picnic a la orilla de la laguna cerca de su casa y la niña le preguntó a su papá:
-Papá, cuando cumpla 15 años ¿cuál será mi regalo?
El papá le respondió:
-Pero si apenas tienes 10 años, falta mucho para esa fecha.
-Bueno papá, tú siempre dices que el tiempo pasa volando
La conversación se extendía y todos participaron en ella. Al caer el sol regresaron a sus casas. Una mañana se encontró con un amigo donde estudiaba su hija, quien ya tenía 14 años. El hombre se veía muy contento y la sonrisa no se apartaba de su rostro. Con gran orgullo le mostró el registro de calificaciones de María José, eran notas impresionantes, ninguna bajaba de 10 puntos y los estímulos que le habían escrito sus profesores eran realmente conmovedores. Felicitó al padre y le invitó un café.
María José ocupaba todo el espacio en su casa. Un domingo muy temprano María José tropezó con algo; su papá la agarró de inmediato para que no se cayera. Ya instalados en sus asientos vieron como María José fue cayendo lentamente y casi perdió el conocimiento, la tomó en sus brazos mientras buscaban un taxi y la llevaron al hospital. Allí permaneció por 10 días y fue entonces cuando les informaron que su hija padecía de una gran enfermedad que afectaba seriamente su corazón, por lo que deberían practicarle otras pruebas para llegar a un diagnóstico firme.
Los días iban transcurriendo. El papá renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de María José. Su madre quería hacerlo, pero decidieron que ella trabajara, pues sus ingresos eran superiores a los de él.