PENSARES
Una de las cosas que menos me gusta hacer es ir a algún lugar y devolver o cambiar un artículo que compré; verdaderamente me disgusta tener que hacer uso de las garantías.
En una ocasión, al trabajar en un negocio, mi jefe me pidió que fuera a una reconocida tienda a cambiar una cámara digital que no le había gustado y como era mi jefe no me quedó más remedio que ir. Él me dio la cámara en su caja intacta y me dio un papelito de garantía de compra donde decía el precio de la misma y donde se estipulaba que si no estaba satisfecho totalmente con el producto que adquirimos o si algo no le funcionaba del todo tenías todo el derecho de ir a la tienda y cambiarlo por otro o de recuperar el importe que se había pagado por ello.
Total, llegué a la tienda de artículos para oficina y papelería en general, muy grande por cierto y reconocida internacionalmente y me acerqué a un mostrador que decía cambios o devoluciones. Yo con un poco de pena me acerqué al mostrador y apenas iba a decirle al joven lo que acontecía, cuando él casi me arrebató la palabra y me dijo: ¿Va a devolver ese artículo? ¿Trae su nota de compra? ¿Quiere otro o desea que le reembolsemos su dinero?
La verdad casi me quedo mudo. Yo ya llevaba preparada toda una historia para casi hacer llorar al joven y persuadirlo de que me la cambiara, pero no fue necesario, la tienda no iba a comprometer su nombre ni su prestigio de años por una simple cámara. Así que tomé el dinero que me reembolsaron y salí de la tienda feliz.
Pero cuántas veces lleva uno la garantía y le salen con mil tonterías, de manera que sale uno echando humo, ya que no le aceptan la garantía o le dicen que ya caduco. Esto pasa muy seguido y en todas las cosas, ya sea en carros u objetos que uno adquiere. Yo no creo en las garantías porque hace poco me regalaron una máquina de rasurar que no sirvió, fui a la tienda, me la cambiaron por otra y no sirvió.