/ domingo 17 de junio de 2018

Los tenis

Pensares


En ocasiones pensamos que nuestros problemas son los más grandes del mundo, algo parecido le ocurrió a un joven hasta que le sucedió un encuentro inesperado con una señora.

Él siempre había sido un buen estudiante y deportista, en sus estudios era un alumno sobresaliente, le gustaba el basquetbol y sabía jugarlo, en su casa le llamaban el atleta de la temporada y él se sentía feliz, se había preparado especialmente para jugar la próxima temporada, incluso había comprado unos tenis muy suaves y cómodos para jugar, tal vez esa situación tan halagadora le produjo un gran dolor cuando al ver la lista de los seleccionados no se encontró en ella.

Lleno de esperanza buscaba frenéticamente su nombre, pero no estaba, ese día sintió como si hubiera dejado de existir, como si se hubiera vuelto invisible, muy triste salió de los vestidores tratando de encontrar una explicación a su exclusión del equipo, caminó durante un buen rato, pero nada lo consolaba, duró varios días de mal humor no queriendo hablar con nadie y respondiendo mal a sus padres, cuando intentaban acercársele, nada le agradaba.

Pero un día de mucho frío y lluvia, tomó el autobús de costumbre y se sentó cerca del chofer, una mujer muy adelantada en su embarazo con paso lento subió al camión y se sentó detrás del asiento del chofer, quien le preguntó en voz alta “dónde están sus zapatos señora?”. El joven no se había fijado, pero efectivamente la señora iba solo con unos calcetines medio mojados, ella contestó; “No puedo darme el lujo de tener zapatos, subí al autobús solo para calentarme los pies, si no le importa viajaré con usted un rato”.

El chofer se rascó la cabeza y exclamó: “Solo dígame, cómo es que no puede permitirse unos zapatos”, la señora dijo: “Tengo ocho hijos, todos tienen zapatos, no quedó dinero para mí”, en ese momento el joven miró para abajo y observó sus nuevos tenis, sus pies estaban cálidos y cómodos, igual que siempre, entonces miró a la mujer, sus calcetines estaban desgarrados, era una persona marginada y olvidada por la sociedad, él siempre podría darse el lujo de tener zapatos, ella tal vez nunca, en un momento se quitó los tenis y se los entregó a la señora diciéndole, “tenga señora, usted los necesita más que yo” y se bajó del autobús, en eso escuchó a la señora que desde la ventanilla le decía, “mira, me quedaron perfectos, gracias joven”. “No hay de qué, no es gran cosa”, respondió el joven que iba con los pies helados, pero con el corazón contento y riéndose por haberse preocupado de no jugar en la Selección ese año.


Pensares


En ocasiones pensamos que nuestros problemas son los más grandes del mundo, algo parecido le ocurrió a un joven hasta que le sucedió un encuentro inesperado con una señora.

Él siempre había sido un buen estudiante y deportista, en sus estudios era un alumno sobresaliente, le gustaba el basquetbol y sabía jugarlo, en su casa le llamaban el atleta de la temporada y él se sentía feliz, se había preparado especialmente para jugar la próxima temporada, incluso había comprado unos tenis muy suaves y cómodos para jugar, tal vez esa situación tan halagadora le produjo un gran dolor cuando al ver la lista de los seleccionados no se encontró en ella.

Lleno de esperanza buscaba frenéticamente su nombre, pero no estaba, ese día sintió como si hubiera dejado de existir, como si se hubiera vuelto invisible, muy triste salió de los vestidores tratando de encontrar una explicación a su exclusión del equipo, caminó durante un buen rato, pero nada lo consolaba, duró varios días de mal humor no queriendo hablar con nadie y respondiendo mal a sus padres, cuando intentaban acercársele, nada le agradaba.

Pero un día de mucho frío y lluvia, tomó el autobús de costumbre y se sentó cerca del chofer, una mujer muy adelantada en su embarazo con paso lento subió al camión y se sentó detrás del asiento del chofer, quien le preguntó en voz alta “dónde están sus zapatos señora?”. El joven no se había fijado, pero efectivamente la señora iba solo con unos calcetines medio mojados, ella contestó; “No puedo darme el lujo de tener zapatos, subí al autobús solo para calentarme los pies, si no le importa viajaré con usted un rato”.

El chofer se rascó la cabeza y exclamó: “Solo dígame, cómo es que no puede permitirse unos zapatos”, la señora dijo: “Tengo ocho hijos, todos tienen zapatos, no quedó dinero para mí”, en ese momento el joven miró para abajo y observó sus nuevos tenis, sus pies estaban cálidos y cómodos, igual que siempre, entonces miró a la mujer, sus calcetines estaban desgarrados, era una persona marginada y olvidada por la sociedad, él siempre podría darse el lujo de tener zapatos, ella tal vez nunca, en un momento se quitó los tenis y se los entregó a la señora diciéndole, “tenga señora, usted los necesita más que yo” y se bajó del autobús, en eso escuchó a la señora que desde la ventanilla le decía, “mira, me quedaron perfectos, gracias joven”. “No hay de qué, no es gran cosa”, respondió el joven que iba con los pies helados, pero con el corazón contento y riéndose por haberse preocupado de no jugar en la Selección ese año.


ÚLTIMASCOLUMNAS
sábado 26 de marzo de 2022

El planeta

José Arzoz Arena

sábado 12 de marzo de 2022

El otro lado

José Arzoz Arena

sábado 05 de marzo de 2022

El otro lado

José Arzoz Arena

sábado 19 de febrero de 2022

El jarrón

José Arzoz Arena

sábado 12 de febrero de 2022

El grano de trigo

José Arzoz Arena

sábado 05 de febrero de 2022

Amor y generosidad

José Arzoz Arena

Cargar Más