/ martes 13 de noviembre de 2018

Se puede ser feliz

Pensares


Se cuenta acerca de un joven huérfano que no tenía familia ni nadie que lo amase. Sintiéndose triste y solitario, caminaba un día por un prado cuando vio a una pequeña mariposa atrapada en un arbusto espinoso.

Cuanto más pugnaba la mariposa por liberarse, más profundamente se le clavaban las espinas en su frágil cuerpo. El muchacho liberó con cuidado a la mariposa, pero ella en lugar de irse volando se transformó ante sus ojos en un ángel.

El muchacho se frotó los ojos sin poder creerlo, mientras el ángel le decía:

-Por tu maravillosa bondad haré lo que me pidas.

El muchacho pensó por un momento y luego dijo:

-Quiero ser feliz…

-Muy bien -le respondió el ángel y luego se inclinó, le susurró al oído y desapareció.

Al crecer el muchacho, no hubo nadie en el país más feliz que él. Cuando la gente le pedía que les dijese el secreto de su felicidad, solamente sonreía y decía:

-Escuché a un ángel cuando era niño.

En su lecho de muerte, sus vecinos se reunieron a su alrededor y le pidieron que divulgase el secreto de su felicidad antes de morir.

Finalmente el anciano les dijo:

-El ángel me dijo que cualquiera, sin importar lo seguro que pareciese, fuese joven o viejo, rico o pobre, me necesitaría.

Con frecuencia amamos las cosas y usamos a las personas, cuando en realidad deberíamos usar las cosas y amar a las personas.



Pensares


Se cuenta acerca de un joven huérfano que no tenía familia ni nadie que lo amase. Sintiéndose triste y solitario, caminaba un día por un prado cuando vio a una pequeña mariposa atrapada en un arbusto espinoso.

Cuanto más pugnaba la mariposa por liberarse, más profundamente se le clavaban las espinas en su frágil cuerpo. El muchacho liberó con cuidado a la mariposa, pero ella en lugar de irse volando se transformó ante sus ojos en un ángel.

El muchacho se frotó los ojos sin poder creerlo, mientras el ángel le decía:

-Por tu maravillosa bondad haré lo que me pidas.

El muchacho pensó por un momento y luego dijo:

-Quiero ser feliz…

-Muy bien -le respondió el ángel y luego se inclinó, le susurró al oído y desapareció.

Al crecer el muchacho, no hubo nadie en el país más feliz que él. Cuando la gente le pedía que les dijese el secreto de su felicidad, solamente sonreía y decía:

-Escuché a un ángel cuando era niño.

En su lecho de muerte, sus vecinos se reunieron a su alrededor y le pidieron que divulgase el secreto de su felicidad antes de morir.

Finalmente el anciano les dijo:

-El ángel me dijo que cualquiera, sin importar lo seguro que pareciese, fuese joven o viejo, rico o pobre, me necesitaría.

Con frecuencia amamos las cosas y usamos a las personas, cuando en realidad deberíamos usar las cosas y amar a las personas.



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