/ viernes 16 de agosto de 2019

Tutti frutti sabatini

Vientos


Respeto y admiración profeso al Dr. Eduardo Andrade, colaborador de OEM y LA VOZ de tiempo atrás y como seguidor de su tránsito por Televisa hace más tiempo aún, ambas actividades cohesionadas en una magnífica, espléndida manifestación profesional.

Hoy agregaré un nombre más a esa lista que guardo con admirable impresión: la de la bella compañera cuya pluma motiva en su brillantez intelectual que desborda humanismo: Maritza Félix.

En la edición del recién pasado 13 de agosto, coinciden ambos ahora con el tema de la masacre de Texas, bajo dos ópticas distintas. El primero introduciéndose al drama y tragedia con evidente manejo jurídico en el ámbito del Derecho Internacional, apretando ese sentido en el marco de la posible intervención mexicana en las investigaciones del causante de tanta indignación, bajo la óptica de un “acto terrorista”, puesto que, argumenta, proviene de la inclinación provocada por los líderes antimexicanos que tienen, ahora como puntal, al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump. Es decir, rondando los hemisferios de una organización que siendo añeja, con el nuevo gobierno cobra y se encarna con nuevos ropajes de una mascarada internacional renovada que -digo yo- apunta con olores de la Tercera Guerra Mundial.

La señora Maritza, empacada en la misma queja con dolor humano, nos lleva por caminos que nos hacen retemblar a los espíritus sensibles que encontramos en sus líneas de depurada sintaxis de ropajes emotivos, la tragedia que conlleva dolores tan personalísimos como ajenos, por la actitud de un orate que ha sido, por su debilidad mental como la que padecen muchos norteamericanos, que ven en la muerte de los de piel morena el objetivo para justificar sus existenciales motivos que se parecen mucho a fanáticos desplantes religiosos como los del Ku Klux Klan de viejo cuño de “la casa” de enfrente…

La voz del Secretario de Relaciones Exteriores, licenciado Marcelo Ebrard Casaubón, coincidente con el Dr. Andrade, ya se oyó. Es la voz presidencial, así que le resulta imposible al presidente López Obrador ponerle distancia al evento que nos ocupa, independientemente de que “con pinzas” trate la política del presidente Trump, cuya obsesión bélica cubre cualquier posibilidad de pedir perdón por el desaguisado de un loco paisano suyo, capaz de viajar, buscar, localizar un lugar ad hoc para cometer su malvado evento cuyo tamaño debe castigarse con la muerte, lo que pudiera ser el castigo del gobierno vecino, porque los mexicanos tenemos el alma prejuiciada de tal modo que no castigamos con la muerte, cuando tan buenos ejemplos nos proporciona la Santa Inquisición de su tiempo, aquél en que las vidas, por juzgarlas ateas, merecían la muerte, cosa que por fortuna ya no existe y debiera existir en estos casos que hoy –qué curioso- impacta a los herederos de aquella institución religiosa.

Felicito a ambos columnistas. Me llenan de entusiasmo porque me permiten advertir que todavía hay almas buenas dentro de este lodazal que quiere exterminar con “amor y paz” nuestro espirituado presidente.

Y saludo a mis lectores que estuvieron al pendiente de mis problemas visuales. Ya veo otra vez y otra vez aquí me tienen, aunque ahora sin botana sabatina como no sea el texto que ya terminé. Así que arrivedercci y hasta el próximo sabatini… si mi Dios no depara otra cosa.

Vientos


Respeto y admiración profeso al Dr. Eduardo Andrade, colaborador de OEM y LA VOZ de tiempo atrás y como seguidor de su tránsito por Televisa hace más tiempo aún, ambas actividades cohesionadas en una magnífica, espléndida manifestación profesional.

Hoy agregaré un nombre más a esa lista que guardo con admirable impresión: la de la bella compañera cuya pluma motiva en su brillantez intelectual que desborda humanismo: Maritza Félix.

En la edición del recién pasado 13 de agosto, coinciden ambos ahora con el tema de la masacre de Texas, bajo dos ópticas distintas. El primero introduciéndose al drama y tragedia con evidente manejo jurídico en el ámbito del Derecho Internacional, apretando ese sentido en el marco de la posible intervención mexicana en las investigaciones del causante de tanta indignación, bajo la óptica de un “acto terrorista”, puesto que, argumenta, proviene de la inclinación provocada por los líderes antimexicanos que tienen, ahora como puntal, al presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald Trump. Es decir, rondando los hemisferios de una organización que siendo añeja, con el nuevo gobierno cobra y se encarna con nuevos ropajes de una mascarada internacional renovada que -digo yo- apunta con olores de la Tercera Guerra Mundial.

La señora Maritza, empacada en la misma queja con dolor humano, nos lleva por caminos que nos hacen retemblar a los espíritus sensibles que encontramos en sus líneas de depurada sintaxis de ropajes emotivos, la tragedia que conlleva dolores tan personalísimos como ajenos, por la actitud de un orate que ha sido, por su debilidad mental como la que padecen muchos norteamericanos, que ven en la muerte de los de piel morena el objetivo para justificar sus existenciales motivos que se parecen mucho a fanáticos desplantes religiosos como los del Ku Klux Klan de viejo cuño de “la casa” de enfrente…

La voz del Secretario de Relaciones Exteriores, licenciado Marcelo Ebrard Casaubón, coincidente con el Dr. Andrade, ya se oyó. Es la voz presidencial, así que le resulta imposible al presidente López Obrador ponerle distancia al evento que nos ocupa, independientemente de que “con pinzas” trate la política del presidente Trump, cuya obsesión bélica cubre cualquier posibilidad de pedir perdón por el desaguisado de un loco paisano suyo, capaz de viajar, buscar, localizar un lugar ad hoc para cometer su malvado evento cuyo tamaño debe castigarse con la muerte, lo que pudiera ser el castigo del gobierno vecino, porque los mexicanos tenemos el alma prejuiciada de tal modo que no castigamos con la muerte, cuando tan buenos ejemplos nos proporciona la Santa Inquisición de su tiempo, aquél en que las vidas, por juzgarlas ateas, merecían la muerte, cosa que por fortuna ya no existe y debiera existir en estos casos que hoy –qué curioso- impacta a los herederos de aquella institución religiosa.

Felicito a ambos columnistas. Me llenan de entusiasmo porque me permiten advertir que todavía hay almas buenas dentro de este lodazal que quiere exterminar con “amor y paz” nuestro espirituado presidente.

Y saludo a mis lectores que estuvieron al pendiente de mis problemas visuales. Ya veo otra vez y otra vez aquí me tienen, aunque ahora sin botana sabatina como no sea el texto que ya terminé. Así que arrivedercci y hasta el próximo sabatini… si mi Dios no depara otra cosa.