/ sábado 15 de febrero de 2020

Tutti frutti sabatini

Vientos


La estatura universal del “Benemérito de las Américas”, el indio mexicano elevado por su grandeza espiritual e ideológica a niveles de gran envergadura, don Benito Juárez García, me provocó admiración desde niño y orgullo de mexicano desde que -más allá de lo elemental histórico-biográfico- fui educado en las circunstancias de un entorno cercano a su historia real, pues al asentarse los Pardo en Oaxaca un poco después de la Conquista, vivieron muy de cerca por generaciones la historia de esa entidad histórica por muchos motivos y, claro, mi abuelo Alfredo y mi padre Jaime, estuvieron muy enterados de una historia que bañó de resplandores nuestro devenir histórico.

El presidente don Andrés Manuel López Obrador es un sedicente admirador de Juárez y por ello su “austeridad” administrativa y su despacho en Palacio Nacional. Por si no tiene a mano el texto del manifiesto juarista acerca de su conducta al frente del gobierno constitucional del 15 de enero de 1858, alguna mano santa puede hacerle llegar este extracto de mi cosecha en el que no perdí esencia:

“Mexicanos: El Gobierno Constitucional de la República, cuya marcha fue interrumpida por la defección del que fue depositario del poder supremo, queda restituido. La Carta fundamental del país ha recibido una nueva sanción… los… que de buena o mala fe repugnaban aceptar las reformas sociales… han apurado todos sus esfuerzos a fin de destruirlos. Sin embargo, tan poderosos como han sido esos elementos, han venido a estrellarse ante la voluntad nacional… y para restablecer la verdad práctica… que de hoy en adelante los destinos de los mexicanos no dependerán ya del arbitrio de un hombre sólo, ni de la voluntad caprichosa de las facciones cualesquiera que sean los antecedentes de quienes las forman”.

“Entretanto se reúne el Congreso de la Unión a continuar sus importantes tareas, dictaré las medidas QUE LAS CIRCUNSTANCIAS DEMANDEN… y para restablecer la paz. (Las mayúsculas son de este escribidor). Llamaré AL ORDEN a los que con las armas en la mano o de cualquier manera niegan la obediencia a la ley y a la autoridad y si por UNA DESGRACIA LAMENTABLE SE OBSTINAREN EN SEGUIR LA SENDA EXTRAVIADA QUE HAN EMPRENDIDO, TRATARÉ DE REPRIMIRLOS CON TODA LA ENERGÍA que corresponde, haciendo respetar las prerrogativas de la autoridad suprema de la República”.

Juárez veía en la Ley Suprema el derecho para proteger a su pueblo de las amenazas de cualquier índole que hicieran peligrar la paz de la República. Jamás “se arrugó” ante facciones o facinerosos vulgares distractores de la buena convivencia social, respetando siempre el derecho de opinar, de escribir, de pensar con libertad, de creer en los dioses que se antojasen a cualquiera, pero siempre declarando su religión católica. Democracia, defensa del republicanismo y de los derechos humanos de verdad.

El texto extractado es del manifiesto que aparece íntegro en la obra formidable “El triunfo de la república liberal, 1857-1860”.- Edi. Fondo de Cultura Económica. Colección “Vida y pensamiento de México”.- 1960. Pp. 44-45.- México, D.F.

La referencia al principio del señor presidente López Obrador es con el objetivo de que tenga mejores asideros para la defensa de su sedicente espíritu juarista. Y un consejo de un anciano de 92 años: la presunción de ser y tener una calidad anímica equis, siempre deberá ir acompañada de los hechos que lo secunden y la energía juarista (no olvidar que fusiló a un emperador y dos traidores a la Patria) no se quedó encerrada en palabras. Los ejemplos sobran.

Finalmente: deseo ver a mi presidente como tal y nunca más lastimado por facciosos vulgares que se burlan de su autoridad. Vale.

Vientos


La estatura universal del “Benemérito de las Américas”, el indio mexicano elevado por su grandeza espiritual e ideológica a niveles de gran envergadura, don Benito Juárez García, me provocó admiración desde niño y orgullo de mexicano desde que -más allá de lo elemental histórico-biográfico- fui educado en las circunstancias de un entorno cercano a su historia real, pues al asentarse los Pardo en Oaxaca un poco después de la Conquista, vivieron muy de cerca por generaciones la historia de esa entidad histórica por muchos motivos y, claro, mi abuelo Alfredo y mi padre Jaime, estuvieron muy enterados de una historia que bañó de resplandores nuestro devenir histórico.

El presidente don Andrés Manuel López Obrador es un sedicente admirador de Juárez y por ello su “austeridad” administrativa y su despacho en Palacio Nacional. Por si no tiene a mano el texto del manifiesto juarista acerca de su conducta al frente del gobierno constitucional del 15 de enero de 1858, alguna mano santa puede hacerle llegar este extracto de mi cosecha en el que no perdí esencia:

“Mexicanos: El Gobierno Constitucional de la República, cuya marcha fue interrumpida por la defección del que fue depositario del poder supremo, queda restituido. La Carta fundamental del país ha recibido una nueva sanción… los… que de buena o mala fe repugnaban aceptar las reformas sociales… han apurado todos sus esfuerzos a fin de destruirlos. Sin embargo, tan poderosos como han sido esos elementos, han venido a estrellarse ante la voluntad nacional… y para restablecer la verdad práctica… que de hoy en adelante los destinos de los mexicanos no dependerán ya del arbitrio de un hombre sólo, ni de la voluntad caprichosa de las facciones cualesquiera que sean los antecedentes de quienes las forman”.

“Entretanto se reúne el Congreso de la Unión a continuar sus importantes tareas, dictaré las medidas QUE LAS CIRCUNSTANCIAS DEMANDEN… y para restablecer la paz. (Las mayúsculas son de este escribidor). Llamaré AL ORDEN a los que con las armas en la mano o de cualquier manera niegan la obediencia a la ley y a la autoridad y si por UNA DESGRACIA LAMENTABLE SE OBSTINAREN EN SEGUIR LA SENDA EXTRAVIADA QUE HAN EMPRENDIDO, TRATARÉ DE REPRIMIRLOS CON TODA LA ENERGÍA que corresponde, haciendo respetar las prerrogativas de la autoridad suprema de la República”.

Juárez veía en la Ley Suprema el derecho para proteger a su pueblo de las amenazas de cualquier índole que hicieran peligrar la paz de la República. Jamás “se arrugó” ante facciones o facinerosos vulgares distractores de la buena convivencia social, respetando siempre el derecho de opinar, de escribir, de pensar con libertad, de creer en los dioses que se antojasen a cualquiera, pero siempre declarando su religión católica. Democracia, defensa del republicanismo y de los derechos humanos de verdad.

El texto extractado es del manifiesto que aparece íntegro en la obra formidable “El triunfo de la república liberal, 1857-1860”.- Edi. Fondo de Cultura Económica. Colección “Vida y pensamiento de México”.- 1960. Pp. 44-45.- México, D.F.

La referencia al principio del señor presidente López Obrador es con el objetivo de que tenga mejores asideros para la defensa de su sedicente espíritu juarista. Y un consejo de un anciano de 92 años: la presunción de ser y tener una calidad anímica equis, siempre deberá ir acompañada de los hechos que lo secunden y la energía juarista (no olvidar que fusiló a un emperador y dos traidores a la Patria) no se quedó encerrada en palabras. Los ejemplos sobran.

Finalmente: deseo ver a mi presidente como tal y nunca más lastimado por facciosos vulgares que se burlan de su autoridad. Vale.