/ sábado 14 de agosto de 2021

Tutti frutti sabatini

VIENTOS

En la revista de la UABC “El Río” de rasgos editoriales añejos, que versa sobre la historia bajacaliforniana, pero con una especial inclinación cachanilla, en su número 50 (sin año específico editorial) de octubre-diciembre del año 2020 de calendario, el licenciado Francisco Javier Palacios Flores nos regala con su artículo “La región del Kilómetro 57” y un “balazo” entre paréntesis que reza “Una visión desde su toponimia”, título y balazo que ya son todo un imán para enfrentar una historia concreta y puntual que debe de ser leída con la extracción del espíritu contenido en sus renglones.

El llamado popularmente aún Kilómetro 57 (hoy Ciudad Coahuila) tiene, contiene, una historia que Palacios Flores “pinta” con su acostumbrada sencillez escritural que desecha los atuendos literarios, la retórica almibarada de un lenguaje ya en desuso y que estorba a la “viva” expresión histórica valiosa, sobre todo porque nos informa de una crónica que pone en relieve un interés - que más se parece a una pasión ofensiva del general Abelardo L. Rodríguez - que nos quitó a los bajacalifornianos un gran pedazo territorial (más o menos 30,000 hectáreas a juicio del autor Palacios) - cuando el poblado del K57 estaba en auge y significaba (para el espíritu capitalistas de Rodríguez) billetes en aumento para la Tesorería del Estado de Sonora, que fue, precisamente, lo que motivó el diferendo jurídico en los 40’s, cuando el general Rodríguez ya solo tenía grandes influencias en la SCJN y un cofre repleto de esos billetes salidos de negocios pesqueros y olivareros precisamente de Baja California.

En fin, como Luis Encinas Johnson, comisionado de parte de Sonora para el juicio interpuesto por haberse perdido en la refriega fundamental, nunca se presentó a las audiencias preliminares requeridas, la argumentación de don Julio Dávila, representante del Territorio Norte de la Baja California, ganó el juicio en primera instancia.

Pero el influyentísimo (que es corrupción) del general Rodríguez, que logró se impugnar la solución ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, obtuvo primacía (al caso éramos un desolado Territorio Federal) y Sonoras se impuso y sin vergüenza, se le concedió el triunfo y un extenso territorio hoy nombrado Valle de San Luis, Río Colorado. De pasadita, se cortó de tajo como una cuchilla filosa en carne blanda al poblado de Luis B. Sánchez separado del Kilómetro 57 solo por un callejón, siendo, de origen, una misma población. ¿Ganó algo Rodríguez? Valdría la pena averiguarlo. Cuando menos provocó la renuncia del digno gobernador territorial de la Baja California Norte, Teniente Coronel Rodolfo Sánchez Taboada....

Y finalicemos este encuentro ocasional con una crónica del Valle de Mexicali, dolorosa, injusta, que lesionó la tierra donde nació mi felizmente amigo licenciado Francisco Javier Palacios Flores, en un ranchito propiedad de don Pedro Palacios Uribe, su padre, llamado “El Purgatorio” - como premonición involuntaria del “gran viaje” - y que está, según Javier “El Chovi”, cerca del “Indiviso”. Es pues un enamorado de su región nativa, la de su infancia y adolescencia. Un sistema de vida social que permea los espíritus con nobleza haciéndolos un haz que el tiempo no separa y que merece otros capítulos en Sociología y seguro estoy, saldrían de ahí múltiples cuentos y novelas estrujantes en su valor cívico de lucha contra la adversidad y triunfos multiplicados.

Que los dioses premien al “Chovi” Palacios y a sus coterráneos. Un abrazo grande hermano.

VIENTOS

En la revista de la UABC “El Río” de rasgos editoriales añejos, que versa sobre la historia bajacaliforniana, pero con una especial inclinación cachanilla, en su número 50 (sin año específico editorial) de octubre-diciembre del año 2020 de calendario, el licenciado Francisco Javier Palacios Flores nos regala con su artículo “La región del Kilómetro 57” y un “balazo” entre paréntesis que reza “Una visión desde su toponimia”, título y balazo que ya son todo un imán para enfrentar una historia concreta y puntual que debe de ser leída con la extracción del espíritu contenido en sus renglones.

El llamado popularmente aún Kilómetro 57 (hoy Ciudad Coahuila) tiene, contiene, una historia que Palacios Flores “pinta” con su acostumbrada sencillez escritural que desecha los atuendos literarios, la retórica almibarada de un lenguaje ya en desuso y que estorba a la “viva” expresión histórica valiosa, sobre todo porque nos informa de una crónica que pone en relieve un interés - que más se parece a una pasión ofensiva del general Abelardo L. Rodríguez - que nos quitó a los bajacalifornianos un gran pedazo territorial (más o menos 30,000 hectáreas a juicio del autor Palacios) - cuando el poblado del K57 estaba en auge y significaba (para el espíritu capitalistas de Rodríguez) billetes en aumento para la Tesorería del Estado de Sonora, que fue, precisamente, lo que motivó el diferendo jurídico en los 40’s, cuando el general Rodríguez ya solo tenía grandes influencias en la SCJN y un cofre repleto de esos billetes salidos de negocios pesqueros y olivareros precisamente de Baja California.

En fin, como Luis Encinas Johnson, comisionado de parte de Sonora para el juicio interpuesto por haberse perdido en la refriega fundamental, nunca se presentó a las audiencias preliminares requeridas, la argumentación de don Julio Dávila, representante del Territorio Norte de la Baja California, ganó el juicio en primera instancia.

Pero el influyentísimo (que es corrupción) del general Rodríguez, que logró se impugnar la solución ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, obtuvo primacía (al caso éramos un desolado Territorio Federal) y Sonoras se impuso y sin vergüenza, se le concedió el triunfo y un extenso territorio hoy nombrado Valle de San Luis, Río Colorado. De pasadita, se cortó de tajo como una cuchilla filosa en carne blanda al poblado de Luis B. Sánchez separado del Kilómetro 57 solo por un callejón, siendo, de origen, una misma población. ¿Ganó algo Rodríguez? Valdría la pena averiguarlo. Cuando menos provocó la renuncia del digno gobernador territorial de la Baja California Norte, Teniente Coronel Rodolfo Sánchez Taboada....

Y finalicemos este encuentro ocasional con una crónica del Valle de Mexicali, dolorosa, injusta, que lesionó la tierra donde nació mi felizmente amigo licenciado Francisco Javier Palacios Flores, en un ranchito propiedad de don Pedro Palacios Uribe, su padre, llamado “El Purgatorio” - como premonición involuntaria del “gran viaje” - y que está, según Javier “El Chovi”, cerca del “Indiviso”. Es pues un enamorado de su región nativa, la de su infancia y adolescencia. Un sistema de vida social que permea los espíritus con nobleza haciéndolos un haz que el tiempo no separa y que merece otros capítulos en Sociología y seguro estoy, saldrían de ahí múltiples cuentos y novelas estrujantes en su valor cívico de lucha contra la adversidad y triunfos multiplicados.

Que los dioses premien al “Chovi” Palacios y a sus coterráneos. Un abrazo grande hermano.