/ miércoles 21 de abril de 2021

Disney B.C.

EL MURO

O le cambian de nombre al ejercicio o le hacen honor al significado. Debatir quiere decir golpear, abatir, combatir, embestir, rebatir. Y lo que hicieron el domingo los candidatos a la gubernatura fue un aburrido ejercicio que invitó a más de uno a buscar en Netflix los primeros episodios de la segunda parte de la serie de Luis Miguel. Al menos ahí había suspenso garantizado.

Leer en redes sociales a los participantes presumir haber salido triunfadores en el encuentro porque hicieron las mejores propuestas (cualquier cosa que signifique esa expresión) es un contrasentido, porque o golpeas, propones o te quedas en Babia, no se pueden todas. Así que la próxima simulación que hagan, el próximo “debate”, harían bien en ponerle “Reunión obligatoria de candidatas y candidatos para exponer cómo piensan convertir a Baja California en una sucursal de Disneylandia”.

En un concepto de simulación de debate como el que impera, un anticandidato sería realmente atractivo, alguien sincero cuyas respuestas fueran las que todos los candidatos tienen en mente, pero no se atreven a decirlas. “No sé cómo hacerle si no hay dinero disponible, ni voluntad del gobierno federal para apoyarnos”, “No, no tengo experiencia, tan solo una vaga idea del funcionamiento gubernativo, de cualquier forma, el primer año aprenderé lo suficiente para entender cuál es mi función”.

El sistema político dominante está basado sobre suposiciones a las que se les brinda el valor de certeza: Los candidatos creen ser muy brillantes porque en algunos casos son buenos en sus otros desempeños profesionales, en sus empresas o simplemente porque su mamá así les hizo creer, ignorando el principio aquel de que toda persona tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia.

La prensa compra ciegamente el efecto halo que despiertan algunos personajes sobrevalorados con el autoestima a tope, para establecer una correlación simplona: Si están ahí es porque deben saber mucho, por lo tanto exijámosles nos iluminen con su brillante sapiencia.

Al final de esta cadena, el pequeño segmento de ciudadanos con interés político no fanatizado está entendiblemente confundido. ¿Valió la pena haber invertido estas dos horas del domingo? ¿Obtuve información valiosa para tomar una decisión?, si no salí con algo nuevo aprendido, ¿al menos me dieron los candidatos, razón para divertirme? Y la mejor de todas ¿de verdad creen que veré el próximo “debate”?

vicmarcen09@gmail.com

EL MURO

O le cambian de nombre al ejercicio o le hacen honor al significado. Debatir quiere decir golpear, abatir, combatir, embestir, rebatir. Y lo que hicieron el domingo los candidatos a la gubernatura fue un aburrido ejercicio que invitó a más de uno a buscar en Netflix los primeros episodios de la segunda parte de la serie de Luis Miguel. Al menos ahí había suspenso garantizado.

Leer en redes sociales a los participantes presumir haber salido triunfadores en el encuentro porque hicieron las mejores propuestas (cualquier cosa que signifique esa expresión) es un contrasentido, porque o golpeas, propones o te quedas en Babia, no se pueden todas. Así que la próxima simulación que hagan, el próximo “debate”, harían bien en ponerle “Reunión obligatoria de candidatas y candidatos para exponer cómo piensan convertir a Baja California en una sucursal de Disneylandia”.

En un concepto de simulación de debate como el que impera, un anticandidato sería realmente atractivo, alguien sincero cuyas respuestas fueran las que todos los candidatos tienen en mente, pero no se atreven a decirlas. “No sé cómo hacerle si no hay dinero disponible, ni voluntad del gobierno federal para apoyarnos”, “No, no tengo experiencia, tan solo una vaga idea del funcionamiento gubernativo, de cualquier forma, el primer año aprenderé lo suficiente para entender cuál es mi función”.

El sistema político dominante está basado sobre suposiciones a las que se les brinda el valor de certeza: Los candidatos creen ser muy brillantes porque en algunos casos son buenos en sus otros desempeños profesionales, en sus empresas o simplemente porque su mamá así les hizo creer, ignorando el principio aquel de que toda persona tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia.

La prensa compra ciegamente el efecto halo que despiertan algunos personajes sobrevalorados con el autoestima a tope, para establecer una correlación simplona: Si están ahí es porque deben saber mucho, por lo tanto exijámosles nos iluminen con su brillante sapiencia.

Al final de esta cadena, el pequeño segmento de ciudadanos con interés político no fanatizado está entendiblemente confundido. ¿Valió la pena haber invertido estas dos horas del domingo? ¿Obtuve información valiosa para tomar una decisión?, si no salí con algo nuevo aprendido, ¿al menos me dieron los candidatos, razón para divertirme? Y la mejor de todas ¿de verdad creen que veré el próximo “debate”?

vicmarcen09@gmail.com