/ miércoles 17 de febrero de 2021

Échale ganas

EL MURO

La meritocracia es la tendencia a creer que los triunfos sociales, el éxito en los negocios, se deben exclusivamente a la capacidad de la persona, a su inteligencia, a una serie de conductas que de seguirlas cual receta, llevan a la cima. “No triunfa el que no quiere, solo es cosa de echarle ganas”, pregonan aquellos que decidieron ser grandes.

La paradoja de la desigualdad establece que entre más jodida está una sociedad, más recrudecida es la creencia de que eso se debe a que el esfuerzo de los pocos no alcanza para superar la pachorra de los muchos (“The paradox of inequality: income inequality and belief in meritocracy go hand in hand”).

No es que no existan personas que hayan podido salir adelante desde lo más bajo de la pirámide, lo que pasa es que son minoría y tampoco ellos son capaces de compartir una receta fácil de replicar. Por lo tanto, terminan subiéndose al barco de la meritocracia. Sí, tras un triunfo hay mucho esfuerzo, dedicación, capacidad, pero también mucha suerte y el soporte de una familia con dinero, lo cual no es malo, ni criticable, pero que no lo quieran reconocer, sí.

La creencia de que en una cochera iniciaron los grandes proyectos comerciales, es tan falsa como que detrás de todos esos casos, había una serie de contactos y relaciones de alto nivel. Es fácil emprender cuando los daños del fracaso no importan.

En un estudio hecho por Yale junto a la Universidad de Lisboa, “Primes and consequences: A sytematic review of meritocracy in intergroup relations” mostró tras la revisión de una serie de estudios previos, lo destructivo que resulta para la moral de los que no tienen esas ventajas, sentirse culpables por no saber cómo hacerle. Fortalecer ese sistema de creencias afecta tanto como para reflejarse en la salud. “System-justifying beliefs moderate the relationship between perceived discrimination and resting blood pressure”, demostró que vivir bajo la tensión de no sentirse a la altura incide en la hipertensión arterial.

No hay que ser gachos, pensemos que no todos van a conseguir lo que consiguen los triunfadores que aparecen en las páginas de las publicaciones de negocios, por más desmañanadas, esfuerzos, estudios, cursos de capacitación que hagan. Apoyando la meritocracia, estamos haciendo más daño que la peor de las pandemias, porque para esto no hay vacuna.

vicmarcen09@gmail.com

EL MURO

La meritocracia es la tendencia a creer que los triunfos sociales, el éxito en los negocios, se deben exclusivamente a la capacidad de la persona, a su inteligencia, a una serie de conductas que de seguirlas cual receta, llevan a la cima. “No triunfa el que no quiere, solo es cosa de echarle ganas”, pregonan aquellos que decidieron ser grandes.

La paradoja de la desigualdad establece que entre más jodida está una sociedad, más recrudecida es la creencia de que eso se debe a que el esfuerzo de los pocos no alcanza para superar la pachorra de los muchos (“The paradox of inequality: income inequality and belief in meritocracy go hand in hand”).

No es que no existan personas que hayan podido salir adelante desde lo más bajo de la pirámide, lo que pasa es que son minoría y tampoco ellos son capaces de compartir una receta fácil de replicar. Por lo tanto, terminan subiéndose al barco de la meritocracia. Sí, tras un triunfo hay mucho esfuerzo, dedicación, capacidad, pero también mucha suerte y el soporte de una familia con dinero, lo cual no es malo, ni criticable, pero que no lo quieran reconocer, sí.

La creencia de que en una cochera iniciaron los grandes proyectos comerciales, es tan falsa como que detrás de todos esos casos, había una serie de contactos y relaciones de alto nivel. Es fácil emprender cuando los daños del fracaso no importan.

En un estudio hecho por Yale junto a la Universidad de Lisboa, “Primes and consequences: A sytematic review of meritocracy in intergroup relations” mostró tras la revisión de una serie de estudios previos, lo destructivo que resulta para la moral de los que no tienen esas ventajas, sentirse culpables por no saber cómo hacerle. Fortalecer ese sistema de creencias afecta tanto como para reflejarse en la salud. “System-justifying beliefs moderate the relationship between perceived discrimination and resting blood pressure”, demostró que vivir bajo la tensión de no sentirse a la altura incide en la hipertensión arterial.

No hay que ser gachos, pensemos que no todos van a conseguir lo que consiguen los triunfadores que aparecen en las páginas de las publicaciones de negocios, por más desmañanadas, esfuerzos, estudios, cursos de capacitación que hagan. Apoyando la meritocracia, estamos haciendo más daño que la peor de las pandemias, porque para esto no hay vacuna.

vicmarcen09@gmail.com