/ miércoles 29 de junio de 2022

EL MURO | Feliz Navidad

Lo extravagante deja de parecer locura cuando demuestra el potencial de generar mucho dinero. Es justo en ese momento cuando los locos pasan a convertirse en visionarios y entonces sí, el resto de la sociedad adopta la tendencia.

Algunas cadenas de televisión tienen todo el 2022 proyectando películas navideñas. Esa no fue una ocurrencia surgida de la noche a la mañana, llevan ya, lo que va de este siglo, extendiendo paulatinamente su programación decembrina. Viéndolo descarnadamente, reducir las fiestas de Navidad a solo 20 días de diciembre es un desperdicio de energía. Lo más razonable de lo menos razonable sería distribuir la carga emocional, pero, en especial la económica, a un plazo más largo, uno en el cual compremos poquito cada mes, ya que a la vuelta de un año será mucho más que si lo hiciéramos en compras de pánico el día de Nochebuena.

Imagen de archivo

Lo anterior de alguna forma es sencillo de explicar y quizá no tan complicado de reconocer por el público, porque involucra dinero, pero sobre todo porque no nos orilla a esforzarnos mentalmente, ni a hacer algún tipo de sacrificio, tampoco socava nuestras creencias. Al final, a todos nos gustan las fiestas, seamos creyentes o ateos.

Pero qué tal cuando hablamos de extravagancias sociales, de la serie de modificaciones necesarias para que el pastel se distribuya de forma pareja para todos, no únicamente para quienes -por suerte o influencias- lograron ubicarse primeros en la fila. Sí, la vida es dura, pero somos nosotros quienes por conchudos e irreflexivos la hacemos aún peor a quienes tienen todo el derecho de estar igual de bien que el resto.

Si nos fijamos detenidamente, no existen avances sustantivos en Mexicali, solo aspectos mediáticamente atractivos, resultado de alguna tendencia a nivel mundial, abrazados localmente sin cuestionarlos, mucho menos sin intentar tropicalizarlos, es decir, ajustar las propuestas a las características de los cachanillas. No hay inclusión, sino imposición, no hay un programa de mejora continua; hay limosnas para los pobres, dádivas para las personas con discapacidad y privilegios para los ricos.

A pesar de todo, hay buenas ideas provenientes de personas brillantes, pero no existe alguien capaz de unirlas y no estamos en condiciones de esperar a que eso lo haga el gobierno, básicamente porque sus plazos de responsabilidad tienen un límite y porque sus intereses no necesariamente están relacionados con un verdadero deseo de modificación.

De entrada, Mexicali será mejor cuando sus escuelas comiencen a preparar a los alumnos a usar el cerebro, sus habilidades, en mejorar la ciudad mejorándose ellos y ahí no caben los macheteros, ni tampoco pasar muchas horas dentro del aula, incluso desde preescolar, sino observando el entorno, escuchando las propuestas extravagantes de todos, aunque éstas no generen riqueza inmediata.

vicmarcen09@gmail.com

Lo extravagante deja de parecer locura cuando demuestra el potencial de generar mucho dinero. Es justo en ese momento cuando los locos pasan a convertirse en visionarios y entonces sí, el resto de la sociedad adopta la tendencia.

Algunas cadenas de televisión tienen todo el 2022 proyectando películas navideñas. Esa no fue una ocurrencia surgida de la noche a la mañana, llevan ya, lo que va de este siglo, extendiendo paulatinamente su programación decembrina. Viéndolo descarnadamente, reducir las fiestas de Navidad a solo 20 días de diciembre es un desperdicio de energía. Lo más razonable de lo menos razonable sería distribuir la carga emocional, pero, en especial la económica, a un plazo más largo, uno en el cual compremos poquito cada mes, ya que a la vuelta de un año será mucho más que si lo hiciéramos en compras de pánico el día de Nochebuena.

Imagen de archivo

Lo anterior de alguna forma es sencillo de explicar y quizá no tan complicado de reconocer por el público, porque involucra dinero, pero sobre todo porque no nos orilla a esforzarnos mentalmente, ni a hacer algún tipo de sacrificio, tampoco socava nuestras creencias. Al final, a todos nos gustan las fiestas, seamos creyentes o ateos.

Pero qué tal cuando hablamos de extravagancias sociales, de la serie de modificaciones necesarias para que el pastel se distribuya de forma pareja para todos, no únicamente para quienes -por suerte o influencias- lograron ubicarse primeros en la fila. Sí, la vida es dura, pero somos nosotros quienes por conchudos e irreflexivos la hacemos aún peor a quienes tienen todo el derecho de estar igual de bien que el resto.

Si nos fijamos detenidamente, no existen avances sustantivos en Mexicali, solo aspectos mediáticamente atractivos, resultado de alguna tendencia a nivel mundial, abrazados localmente sin cuestionarlos, mucho menos sin intentar tropicalizarlos, es decir, ajustar las propuestas a las características de los cachanillas. No hay inclusión, sino imposición, no hay un programa de mejora continua; hay limosnas para los pobres, dádivas para las personas con discapacidad y privilegios para los ricos.

A pesar de todo, hay buenas ideas provenientes de personas brillantes, pero no existe alguien capaz de unirlas y no estamos en condiciones de esperar a que eso lo haga el gobierno, básicamente porque sus plazos de responsabilidad tienen un límite y porque sus intereses no necesariamente están relacionados con un verdadero deseo de modificación.

De entrada, Mexicali será mejor cuando sus escuelas comiencen a preparar a los alumnos a usar el cerebro, sus habilidades, en mejorar la ciudad mejorándose ellos y ahí no caben los macheteros, ni tampoco pasar muchas horas dentro del aula, incluso desde preescolar, sino observando el entorno, escuchando las propuestas extravagantes de todos, aunque éstas no generen riqueza inmediata.

vicmarcen09@gmail.com