/ miércoles 1 de julio de 2020

El Potro de Tijuana

EL MURO

Es un genio incomprendido y como tal, trabaja sin orden aparente. A nadie le queda claro qué busca exactamente, solo puede intuirse que se dedica afanosamente a unir piezas de su rompecabezas político.

Es eternamente joven, fuerte, díscolo y febril, cual potro campirano. Disfruta la polémica, ya que es el alimento de su alma, sabe, como lo dijo Dalí, otro genio incomprendido: «Que hablen bien o mal, lo importante es que hablen de mí, aunque confieso que me gusta que hablen mal porque eso significa que las cosas me van muy bien».

Con esa seguridad que suele otorgar el mucho dinero, ha sido un constante innovador que no teme al fracaso, por eso ha incursionado en cuanta faceta se le ha ocurrido. Lo mismo monta un equipo de beisbol que marca la diferencia por diversos factores, que una empresa comunicacional a su servicio, emulando a William Randolph Hearst, quien hizo de la prensa un poder a su gusto y que de forma magistral recreó Orson Wells en “El ciudadano Kane”, el mismo que dijo “Solo hay una persona que puede decidir lo que voy a hacer y soy yo mismo”.

Como le ocurre a algunos de su estirpe, decidió incursionar en uno de los pocos campos que le faltaba explorar en su país natal (porque en su tierra adoptiva ya lo había hecho), la política. Con una fugaz experiencia en ambas cámaras legislativas, se le metió en la cabeza la idea de que su conocimiento, sería de gran utilidad para recuperar a Baja California de las garras de la corrupción, o al menos es lo que nos ha hecho creer.

Convencional y conservador son dos palabras que no van de acuerdo a su estilo operativo. Su equipo de trabajo es la mejor prueba de ello: Un variopinto ideológico, una mezcla abigarrada de cuartos bat con malos pitchers, cubierta por el manto unificador de su sabiduría. Como buen experto en deportes sabe que los resultados están por encima de la persona, por eso no duda en hacer tantas modificaciones en su line up como sean necesarias, aunque algunos cambios luzcan ridículos.

Camina libre y sereno porque ahora además de ser el propietario del equipo, es también el manager, presidente de la liga y jefe de los ampayers. La oposición está confundida, la prensa que no es la suya, es decir, la de su empresa, también, porque un día los tunde hasta humillarlos y al otro los apapacha. Bombástico y simpático en sus comunicaciones matutinas cibernéticas desde su búnker en Tijuana, les brinda información de alto impacto a medias tintas.

Sabe que en estos momentos no existe algo, nada, ni nadie que pueda removerlo del poder, sino únicamente él mismo. Gallardo, es capaz de decir como Trump: “Podría pararme en medio de la Quinta Avenida y dispararle a alguien y no perdería ningún votante”. Él seguramente sería incapaz siquiera de pensar en lastimar a otros, pero sí está tomando decisiones gubernamentales lastimeras, que sientan un mal precedente y de las cuales pueden colgarse los políticos venideros.

vicmarcen09@gmail.com


EL MURO

Es un genio incomprendido y como tal, trabaja sin orden aparente. A nadie le queda claro qué busca exactamente, solo puede intuirse que se dedica afanosamente a unir piezas de su rompecabezas político.

Es eternamente joven, fuerte, díscolo y febril, cual potro campirano. Disfruta la polémica, ya que es el alimento de su alma, sabe, como lo dijo Dalí, otro genio incomprendido: «Que hablen bien o mal, lo importante es que hablen de mí, aunque confieso que me gusta que hablen mal porque eso significa que las cosas me van muy bien».

Con esa seguridad que suele otorgar el mucho dinero, ha sido un constante innovador que no teme al fracaso, por eso ha incursionado en cuanta faceta se le ha ocurrido. Lo mismo monta un equipo de beisbol que marca la diferencia por diversos factores, que una empresa comunicacional a su servicio, emulando a William Randolph Hearst, quien hizo de la prensa un poder a su gusto y que de forma magistral recreó Orson Wells en “El ciudadano Kane”, el mismo que dijo “Solo hay una persona que puede decidir lo que voy a hacer y soy yo mismo”.

Como le ocurre a algunos de su estirpe, decidió incursionar en uno de los pocos campos que le faltaba explorar en su país natal (porque en su tierra adoptiva ya lo había hecho), la política. Con una fugaz experiencia en ambas cámaras legislativas, se le metió en la cabeza la idea de que su conocimiento, sería de gran utilidad para recuperar a Baja California de las garras de la corrupción, o al menos es lo que nos ha hecho creer.

Convencional y conservador son dos palabras que no van de acuerdo a su estilo operativo. Su equipo de trabajo es la mejor prueba de ello: Un variopinto ideológico, una mezcla abigarrada de cuartos bat con malos pitchers, cubierta por el manto unificador de su sabiduría. Como buen experto en deportes sabe que los resultados están por encima de la persona, por eso no duda en hacer tantas modificaciones en su line up como sean necesarias, aunque algunos cambios luzcan ridículos.

Camina libre y sereno porque ahora además de ser el propietario del equipo, es también el manager, presidente de la liga y jefe de los ampayers. La oposición está confundida, la prensa que no es la suya, es decir, la de su empresa, también, porque un día los tunde hasta humillarlos y al otro los apapacha. Bombástico y simpático en sus comunicaciones matutinas cibernéticas desde su búnker en Tijuana, les brinda información de alto impacto a medias tintas.

Sabe que en estos momentos no existe algo, nada, ni nadie que pueda removerlo del poder, sino únicamente él mismo. Gallardo, es capaz de decir como Trump: “Podría pararme en medio de la Quinta Avenida y dispararle a alguien y no perdería ningún votante”. Él seguramente sería incapaz siquiera de pensar en lastimar a otros, pero sí está tomando decisiones gubernamentales lastimeras, que sientan un mal precedente y de las cuales pueden colgarse los políticos venideros.

vicmarcen09@gmail.com