/ viernes 11 de marzo de 2022

El salvajismo y el futbol

Luis Humberto Fernández Fuentes

El sábado 5 de marzo asistí con mi hijo al Azteca para ver perder tristemente al Cruz Azul. Sin embargo, el sabor de la derrota fue borrado por el pánico de pensar que al mismo tiempo que yo estaba en el estadio, empezaron a llegar videos al celular sobre lo acontecido en Querétaro.

Es aterrador imaginar que uno va a ver un partido en una sana diversión con la familia y que esto pudiera pasar; es algo que debe doler en el corazón de todas y todos los mexicanos. No solo es la gresca, es la violencia y el odio extremo. ¿Qué pudo haber provocado una reacción de tal brutalidad? En definitiva, una rivalidad deportiva no puede derivar en tal furia y deshumanización, al grado de aún inconscientes continuar el abuso, desnudando y golpeando a las víctimas.

Imagen Ilustrativa | Freepik / jcomp

Uso el término salvajismo porque el concepto de barbarie es magro y corto para lo que sucedió. Lo que vimos fue un acto de salvajes, no de bárbaros. Lewis Morgan habla sobre la evolución de las sociedades humanas en su clásico “La Sociedad Primitiva” y define tres fases de la evolución: La primera, el salvajismo, donde impera la violencia, la inhumanidad, la ausencia de leyes y el mero instinto de supervivencia; segunda, la barbarie, que ya cuenta con una conciencia sobre la vida y un sentido de ética, pero que aún cuenta con personas que actúan fuera de las normas de la cultura y, finalmente, la civilización.

Pero si fue salvaje el hecho, la respuesta fue más salvaje, matizada por la mediocridad. En México las palabras “castigo ejemplar” o “investigación hasta las últimas consecuencias” siempre han sido histriónicas y carentes de sentido porque eso son: Declaraciones de escenario y no de compromiso y esto se demuestra con la respuesta de la Federación, que dentro de la tragedia se volvieron cómicos, tibios y triviales. Sus sanciones son indolentes, cosméticas y obscenas.

¿De verdad piensan que con esto van a resolver el problema? Renunciaron a la posibilidad de una solución de fondo. ¿Una multa de 1.5 mdp y unos partiditos de suspensión? La multa no representa lo que se ahorraron en su muy chafa seguridad, no hay resarcimiento a víctimas, ni principio de no repetición, ni siquiera hay un proceso de reconciliación entre las partes conflictuadas, ni atención sicológica a los asistentes, jugadores y cuerpo técnico. ¿Esa es su sanción ejemplar? Y lo más importante, ¿qué creen que resuelven con eso? Pura cosmética y pirotecnia.

A esta respuesta se suman todos los factores fuera de la cancha, van a ignorar las denuncias de amenazas a jugadores y una larga historia de hechos sospechosos. La realidad es que en México hay registro de deportes que eran muy populares como el box, que por malas decisiones hicieron que se mermara la pasión por este deporte.

¿Será esta la generación de dueños y directivos que pase a la historia como la que se acabó al futbol? Lo teatral de sus dichos y lo pingüe de sus acciones no abonan a suponer lo contrario.

Entendemos que esto no es un hecho que defina al futbol y que fueron principalmente criminales los responsables; también existieron estados de pánico fomentados por la aglomeración y masificación. Sin duda muchos de los participantes no hubieran hecho algo así en su vida cotidiana, pero en ese partido se crearon condiciones que exaltaron los ánimos y convirtieron la cancha en una zona de guerra.

No se trata del futbol nada más, se trata de lo que nos estamos convirtiendo como sociedad o hasta dónde está llegando el crimen organizado a la vida de los mexicanos y la necesidad de retomar valores y principios. Por lo pronto, la única conclusión es que es aterrador y que por ahora no tendré la confianza para volver a ir a un estadio con mi hijo y menos porque sé que a los directivos no les importa nuestra seguridad.

Luis Humberto Fernández Fuentes

El sábado 5 de marzo asistí con mi hijo al Azteca para ver perder tristemente al Cruz Azul. Sin embargo, el sabor de la derrota fue borrado por el pánico de pensar que al mismo tiempo que yo estaba en el estadio, empezaron a llegar videos al celular sobre lo acontecido en Querétaro.

Es aterrador imaginar que uno va a ver un partido en una sana diversión con la familia y que esto pudiera pasar; es algo que debe doler en el corazón de todas y todos los mexicanos. No solo es la gresca, es la violencia y el odio extremo. ¿Qué pudo haber provocado una reacción de tal brutalidad? En definitiva, una rivalidad deportiva no puede derivar en tal furia y deshumanización, al grado de aún inconscientes continuar el abuso, desnudando y golpeando a las víctimas.

Imagen Ilustrativa | Freepik / jcomp

Uso el término salvajismo porque el concepto de barbarie es magro y corto para lo que sucedió. Lo que vimos fue un acto de salvajes, no de bárbaros. Lewis Morgan habla sobre la evolución de las sociedades humanas en su clásico “La Sociedad Primitiva” y define tres fases de la evolución: La primera, el salvajismo, donde impera la violencia, la inhumanidad, la ausencia de leyes y el mero instinto de supervivencia; segunda, la barbarie, que ya cuenta con una conciencia sobre la vida y un sentido de ética, pero que aún cuenta con personas que actúan fuera de las normas de la cultura y, finalmente, la civilización.

Pero si fue salvaje el hecho, la respuesta fue más salvaje, matizada por la mediocridad. En México las palabras “castigo ejemplar” o “investigación hasta las últimas consecuencias” siempre han sido histriónicas y carentes de sentido porque eso son: Declaraciones de escenario y no de compromiso y esto se demuestra con la respuesta de la Federación, que dentro de la tragedia se volvieron cómicos, tibios y triviales. Sus sanciones son indolentes, cosméticas y obscenas.

¿De verdad piensan que con esto van a resolver el problema? Renunciaron a la posibilidad de una solución de fondo. ¿Una multa de 1.5 mdp y unos partiditos de suspensión? La multa no representa lo que se ahorraron en su muy chafa seguridad, no hay resarcimiento a víctimas, ni principio de no repetición, ni siquiera hay un proceso de reconciliación entre las partes conflictuadas, ni atención sicológica a los asistentes, jugadores y cuerpo técnico. ¿Esa es su sanción ejemplar? Y lo más importante, ¿qué creen que resuelven con eso? Pura cosmética y pirotecnia.

A esta respuesta se suman todos los factores fuera de la cancha, van a ignorar las denuncias de amenazas a jugadores y una larga historia de hechos sospechosos. La realidad es que en México hay registro de deportes que eran muy populares como el box, que por malas decisiones hicieron que se mermara la pasión por este deporte.

¿Será esta la generación de dueños y directivos que pase a la historia como la que se acabó al futbol? Lo teatral de sus dichos y lo pingüe de sus acciones no abonan a suponer lo contrario.

Entendemos que esto no es un hecho que defina al futbol y que fueron principalmente criminales los responsables; también existieron estados de pánico fomentados por la aglomeración y masificación. Sin duda muchos de los participantes no hubieran hecho algo así en su vida cotidiana, pero en ese partido se crearon condiciones que exaltaron los ánimos y convirtieron la cancha en una zona de guerra.

No se trata del futbol nada más, se trata de lo que nos estamos convirtiendo como sociedad o hasta dónde está llegando el crimen organizado a la vida de los mexicanos y la necesidad de retomar valores y principios. Por lo pronto, la única conclusión es que es aterrador y que por ahora no tendré la confianza para volver a ir a un estadio con mi hijo y menos porque sé que a los directivos no les importa nuestra seguridad.