/ martes 22 de enero de 2019

“¡Estúpida, mi cerveza…!”

El Muro



En un cartel, en la casa de campaña de Bill Clinton, estaban escritas tres frases que marcaban las líneas operativas a seguir, aunque solo una trascendió: “La economía, estúpido”.
En las oficinas de la Constellation Brands deberían colocar un letrero grande con esa leyenda, pero usando la palabra co-mu-ni-ca-ción.

Un problema es hijo directo del desinterés, de una explicación incompleta, deficiente. La empresa cervecera llegó a esta noble comunidad en un momento en el que Mexicali empezaba a vivir la primera etapa de esta crisis sociopolítica en la que aún estamos inmersos, por lo que era vulnerable a ser irascible. De por sí lo sensato cuando alguien arriba a un sitio por primera vez, es ajustarse a las condiciones circundantes (“Al lugar que fueres, haz lo que vieres”), con mayor razón la “Constellation” debió mostrarse aún más sensible al ver lo que ocurría en el entorno.

La soberbia no es una buena consejera porque siempre termina dañando, en algunos casos de forma irreversible: En el invierno de 2013 fue nombrado como director de la Policía local un general brigadier, quien de inmediato aplicó reglas estrictas de disciplina.

Cuando la altivez del militar trascendió los límites de su labor con la corporación, para trastocar la tarea de los reporteros que cubren la fuente policíaca, había comenzado a cimentar su despedida. Un equipo de periodistas comprometidos con su labor indagó en el pasado del general para descubrir que había sido acusado, procesado y encontrado culpable por un Tribunal Militar, de abuso de autoridad y hostigamiento sexual, por lo que pasó 5 meses en prisión. Solo duró 79 días como director de Seguridad Pública.

Me queda claro que el compromiso de un directivo es con los intereses de la empresa que le paga su sueldo. Sin embargo, si la gente de la “Constellation” se hubiera mostrado desde un principio empática con la realidad cachanilla, si se hubiera tomado la molestia de atender todos los foros de expresión periodística sin distingo, no estaría enfrentando este válido proceso de plebiscito.

Les ocurrió un fenómeno similar al del general. Al mostrarse desinteresados por responder los cuestionamientos, algunos de ellos incómodos, pero con valor periodístico, al priorizar a empresas periodísticas minimizando a los emprendedores de la noticia, reporteros de calidad, de ética probada, el grupo de luchadores sociales en defensa del agua encontró rápido eco en los espacios informativos.

De haber aplicado una política comunicativa que respondiera al simple sentido común, la empresa se habría evitado todos esos gastos publicitarios, las aportaciones, los donativos, los actos solidarios de las empresas con daños potenciales colaterales si la “Constellation” se va, actos todos, que forman parte de una campaña para contrarrestar una crisis que ellos mismos potenciaron.

La empresa debería quedarse, pero lo ocurrido tiene que servir como lección para todo el que viene de fuera: Ningunear a quien te abre las puertas es una mala idea.

El Muro



En un cartel, en la casa de campaña de Bill Clinton, estaban escritas tres frases que marcaban las líneas operativas a seguir, aunque solo una trascendió: “La economía, estúpido”.
En las oficinas de la Constellation Brands deberían colocar un letrero grande con esa leyenda, pero usando la palabra co-mu-ni-ca-ción.

Un problema es hijo directo del desinterés, de una explicación incompleta, deficiente. La empresa cervecera llegó a esta noble comunidad en un momento en el que Mexicali empezaba a vivir la primera etapa de esta crisis sociopolítica en la que aún estamos inmersos, por lo que era vulnerable a ser irascible. De por sí lo sensato cuando alguien arriba a un sitio por primera vez, es ajustarse a las condiciones circundantes (“Al lugar que fueres, haz lo que vieres”), con mayor razón la “Constellation” debió mostrarse aún más sensible al ver lo que ocurría en el entorno.

La soberbia no es una buena consejera porque siempre termina dañando, en algunos casos de forma irreversible: En el invierno de 2013 fue nombrado como director de la Policía local un general brigadier, quien de inmediato aplicó reglas estrictas de disciplina.

Cuando la altivez del militar trascendió los límites de su labor con la corporación, para trastocar la tarea de los reporteros que cubren la fuente policíaca, había comenzado a cimentar su despedida. Un equipo de periodistas comprometidos con su labor indagó en el pasado del general para descubrir que había sido acusado, procesado y encontrado culpable por un Tribunal Militar, de abuso de autoridad y hostigamiento sexual, por lo que pasó 5 meses en prisión. Solo duró 79 días como director de Seguridad Pública.

Me queda claro que el compromiso de un directivo es con los intereses de la empresa que le paga su sueldo. Sin embargo, si la gente de la “Constellation” se hubiera mostrado desde un principio empática con la realidad cachanilla, si se hubiera tomado la molestia de atender todos los foros de expresión periodística sin distingo, no estaría enfrentando este válido proceso de plebiscito.

Les ocurrió un fenómeno similar al del general. Al mostrarse desinteresados por responder los cuestionamientos, algunos de ellos incómodos, pero con valor periodístico, al priorizar a empresas periodísticas minimizando a los emprendedores de la noticia, reporteros de calidad, de ética probada, el grupo de luchadores sociales en defensa del agua encontró rápido eco en los espacios informativos.

De haber aplicado una política comunicativa que respondiera al simple sentido común, la empresa se habría evitado todos esos gastos publicitarios, las aportaciones, los donativos, los actos solidarios de las empresas con daños potenciales colaterales si la “Constellation” se va, actos todos, que forman parte de una campaña para contrarrestar una crisis que ellos mismos potenciaron.

La empresa debería quedarse, pero lo ocurrido tiene que servir como lección para todo el que viene de fuera: Ningunear a quien te abre las puertas es una mala idea.