/ miércoles 25 de agosto de 2021

La generación Ziploc

EL MURO

Esta generación de niños, adolescentes y nuevos adultos, la generación Ziploc, empaquetada al vacío, libre de bacterias gracias a una tecnología paternal de ultra protección y sellado inmejorable, tarde o temprano, si lo permitimos, puede ser una valiosa generación desperdiciada, incapaz de potenciar su talento.

Detrás de una legítima preocupación sobre la salud de los hijos, se esconde, pero no lo suficiente como para alcanzar a observarlos, unos padres inseguros, rebosantes de ansiedad, que ahorita toman como pretexto la pandemia, mañana ya encontrarán otra razón para aislarlos del contacto físico con el mundo real, porque no vayan a creer que los chicos Ziploc no saben del mundo, al contrario, conocen uno, el de las noticias negativas distribuidas vía redes sociales.

Los padres de niños Ziploc han llevado el instinto de protección mamífero, a un nivel artificial potencialmente dañoso para el sano desarrollo emocional de sus crías. Hoy, justo cuando las condiciones climáticas lo permiten, se resisten al regreso a clase presencial aduciendo un supuesto incremento en contagios. Mañana, cuando tengamos el frío encima, y con él, la temporada ideal para las enfermedades del sistema respiratorio, menos querrán moverlos.

En ese inter, el espacio de tiempo ilusorio entre las infecciones actuales y un irreal mundo libre de Covid, harán todo lo posible para crearles un mundo de juguete, uno donde brille siempre el sol, les pondrán maestros especiales, comprarán algún cursillo de charlatanes para enfrentarse a los problemas, olvidando lo más obvio pero no menos importante: Somos el resultado benigno de un bonche de generaciones fortalecidas por las crisis, en las que pocos perdieron para que muchos ganaran.

Tenemos pies para caminar descalzos no con huaraches Crocs super acolchados, piernas diseñadas para caminar largas distancias, manos con pulgares opuestos, aptas para la creación, pero lo mejor, tenemos un cerebro que con la estimulación precisa, nos puede ayudar a estar mejor. Un cerebro que por cierto nos grita a cada rato: Tengo todo lo necesario para superar este problema, solo debes usar cubrebocas, guardar distancia, estar en lugares ventilados. Pero no, suponemos que eso es demasiado simple para ser útil, además el ansioso siempre se las ingenia para nutrirse de elementos que lo mantenga en alerta eterna, siempre dispuesto a sellar aún más, la bolsa en la cual moran sus hijos.

EL MURO

Esta generación de niños, adolescentes y nuevos adultos, la generación Ziploc, empaquetada al vacío, libre de bacterias gracias a una tecnología paternal de ultra protección y sellado inmejorable, tarde o temprano, si lo permitimos, puede ser una valiosa generación desperdiciada, incapaz de potenciar su talento.

Detrás de una legítima preocupación sobre la salud de los hijos, se esconde, pero no lo suficiente como para alcanzar a observarlos, unos padres inseguros, rebosantes de ansiedad, que ahorita toman como pretexto la pandemia, mañana ya encontrarán otra razón para aislarlos del contacto físico con el mundo real, porque no vayan a creer que los chicos Ziploc no saben del mundo, al contrario, conocen uno, el de las noticias negativas distribuidas vía redes sociales.

Los padres de niños Ziploc han llevado el instinto de protección mamífero, a un nivel artificial potencialmente dañoso para el sano desarrollo emocional de sus crías. Hoy, justo cuando las condiciones climáticas lo permiten, se resisten al regreso a clase presencial aduciendo un supuesto incremento en contagios. Mañana, cuando tengamos el frío encima, y con él, la temporada ideal para las enfermedades del sistema respiratorio, menos querrán moverlos.

En ese inter, el espacio de tiempo ilusorio entre las infecciones actuales y un irreal mundo libre de Covid, harán todo lo posible para crearles un mundo de juguete, uno donde brille siempre el sol, les pondrán maestros especiales, comprarán algún cursillo de charlatanes para enfrentarse a los problemas, olvidando lo más obvio pero no menos importante: Somos el resultado benigno de un bonche de generaciones fortalecidas por las crisis, en las que pocos perdieron para que muchos ganaran.

Tenemos pies para caminar descalzos no con huaraches Crocs super acolchados, piernas diseñadas para caminar largas distancias, manos con pulgares opuestos, aptas para la creación, pero lo mejor, tenemos un cerebro que con la estimulación precisa, nos puede ayudar a estar mejor. Un cerebro que por cierto nos grita a cada rato: Tengo todo lo necesario para superar este problema, solo debes usar cubrebocas, guardar distancia, estar en lugares ventilados. Pero no, suponemos que eso es demasiado simple para ser útil, además el ansioso siempre se las ingenia para nutrirse de elementos que lo mantenga en alerta eterna, siempre dispuesto a sellar aún más, la bolsa en la cual moran sus hijos.