/ domingo 21 de octubre de 2018

¿La hora del cambio?

El Muro


En el mundillo de la política local existe un dicho sobre los nuevos diputados: El compromiso de cumplir las promesas de campaña termina cuando cobran la primera catorcena. Porque una cosa es decir lo que el ciudadano quiere escuchar con tal de conseguir votos y otra muy distinta ingresar la tarjeta de nómina al cajero automático para toparse con una cantidad de dinero solo vista en sueños, que despierta el síndrome de la calandria: A usted no lo conozco.

Evolucionamos como grupo social debido a que predomina la actitud cooperadora que castiga a los ventajosos, pero cuando sobresalen los abusadores, se rompe la armonía hasta que alguien la recupera (“The evolution of altruistic punishment”).

En este espacio siempre insistiremos que el mal político es un problema mundial, por lo tanto no es exclusivo de nuestro país ni de un partido político, sino una condición ligada a la falta de control, sumada a los beneficios que se otorga a unos cuántos, que son los encargados de perpetuar el sistema operativo.

Hay una comedia muy recomendable que relata a la perfección lo anterior. Trata sobre un municipio que vive en el desorden, contaminado, con sus calles llenas de baches, basura por doquier, licitaciones en lo oscurito, gente tranzando, todo eso bajo la mirada complaciente del viejo gobernante de largo y retorcido colmillo, que ha estado en el poder los últimos 15 años.

Como es de suponerse, los no privilegiados -es decir la mayoría- están hartos del caos, así que apoyan al único rival que se atrevió a competir en las elecciones, un respetado docente que contra todos los pronósticos triunfa. Con la banda tricolor atravesando su pecho, el nuevo alcalde inicia lo que será una aventura de terror, solo por cometer una ligera equivocación: Cumplir con sus promesas.

Multa a quien no distribuya su basura de forma responsable (orgánica-inorgánica), al que no recoge las heces perrunas. Derrumbó construcciones fuera de lugar o que no tuvieran permiso de obra, pero el dolor más grande llegó cuando descubrió que casi todos los empleados municipales no trabajaban e incluso los policías, no portaban uniforme.

A pesar de tener un pueblo ordenado y limpio, la gente empieza a inquietarse (incluida la prensa) porque “mucho cambio no está bien”, así que de la mano del párroco inicia una serie de movimientos desestabilizadores que no dan resultado. La fama de eficacia del docente metido a político llegó hasta las altas esferas gubernamentales que también se sumaron al movimiento, pero la verdadera mano que meció la cuna fue otra adivine de quién era.

Para no hacer el cuento largo, al final consiguen la renuncia del honesto y reciben de nuevo al deshonesto. “La hora del cambio” o “L’ora legale” (una expresión con dos interpretaciones, “horario de verano” que es el tiempo en el que transcurre la acción y “el momento de la legalidad”) es una película italiana bastante divertida, que muestra que los pueblos aceitados con la corrupción, difícilmente saben cómo operar de otra forma, por más “salvadores” que lleguen…


El Muro


En el mundillo de la política local existe un dicho sobre los nuevos diputados: El compromiso de cumplir las promesas de campaña termina cuando cobran la primera catorcena. Porque una cosa es decir lo que el ciudadano quiere escuchar con tal de conseguir votos y otra muy distinta ingresar la tarjeta de nómina al cajero automático para toparse con una cantidad de dinero solo vista en sueños, que despierta el síndrome de la calandria: A usted no lo conozco.

Evolucionamos como grupo social debido a que predomina la actitud cooperadora que castiga a los ventajosos, pero cuando sobresalen los abusadores, se rompe la armonía hasta que alguien la recupera (“The evolution of altruistic punishment”).

En este espacio siempre insistiremos que el mal político es un problema mundial, por lo tanto no es exclusivo de nuestro país ni de un partido político, sino una condición ligada a la falta de control, sumada a los beneficios que se otorga a unos cuántos, que son los encargados de perpetuar el sistema operativo.

Hay una comedia muy recomendable que relata a la perfección lo anterior. Trata sobre un municipio que vive en el desorden, contaminado, con sus calles llenas de baches, basura por doquier, licitaciones en lo oscurito, gente tranzando, todo eso bajo la mirada complaciente del viejo gobernante de largo y retorcido colmillo, que ha estado en el poder los últimos 15 años.

Como es de suponerse, los no privilegiados -es decir la mayoría- están hartos del caos, así que apoyan al único rival que se atrevió a competir en las elecciones, un respetado docente que contra todos los pronósticos triunfa. Con la banda tricolor atravesando su pecho, el nuevo alcalde inicia lo que será una aventura de terror, solo por cometer una ligera equivocación: Cumplir con sus promesas.

Multa a quien no distribuya su basura de forma responsable (orgánica-inorgánica), al que no recoge las heces perrunas. Derrumbó construcciones fuera de lugar o que no tuvieran permiso de obra, pero el dolor más grande llegó cuando descubrió que casi todos los empleados municipales no trabajaban e incluso los policías, no portaban uniforme.

A pesar de tener un pueblo ordenado y limpio, la gente empieza a inquietarse (incluida la prensa) porque “mucho cambio no está bien”, así que de la mano del párroco inicia una serie de movimientos desestabilizadores que no dan resultado. La fama de eficacia del docente metido a político llegó hasta las altas esferas gubernamentales que también se sumaron al movimiento, pero la verdadera mano que meció la cuna fue otra adivine de quién era.

Para no hacer el cuento largo, al final consiguen la renuncia del honesto y reciben de nuevo al deshonesto. “La hora del cambio” o “L’ora legale” (una expresión con dos interpretaciones, “horario de verano” que es el tiempo en el que transcurre la acción y “el momento de la legalidad”) es una película italiana bastante divertida, que muestra que los pueblos aceitados con la corrupción, difícilmente saben cómo operar de otra forma, por más “salvadores” que lleguen…