/ miércoles 23 de junio de 2021

Los “bichos raros”

EL MURO

El sistema educativo parte de la creencia de que la cantidad de información brindada al alumno es sinónimo de conocimiento útil para la vida, de tal forma que inspirados en esa premisa el docente tienda a saturar con datos y con mucho tiempo de clase.

En el fortalecimiento de esa especie de dogma forman parte los padres de familia, quienes lejos de detenerse a reflexionar sobre el futuro de sus hijos, parecen comportarse más bien como si desearan mantenerlos ocupados. La Secretaría de Educación haciendo eco de ese clamor, decide incrementar los días laborales para el personal docente.

De esa especie de círculo vicioso tal parece que nadie desea salirse, lo cual a final de cuentas termina por representar un problema para la sociedad porque el resultado tras años de hora aula, no lo es una persona innovadora ni tampoco un ser humano comprometido con su entorno, sino alguien harto del aula.

Cuando una escuela satura de información para cumplir con las expectativas laborales, de alguna forma impide el desarrollo de modelos alternativos de formación. “La cultura escolar está pautada en la realidad cotidiana por reglas informales, contradictorias, rutinarias y desorientadoras, tanto para los profesores como para los alumnos (...). Para que esos documentos estén cargados de vida deberían ser elaborados, reflexionados y revisados periódicamente con la mayor profundidad posible por todos los afectados” (Jordán, J. 2009).

No se trata de salvar la humanidad, se trata de poner orden, de detenerse a reflexionar porque al hacer eso será posible descubrir que lograr pequeños avances es más sencillo o menos complicado de lo que pensamos. Un docente que inspira a una sola persona de su grupo a mejorar en todos sentidos (ya sea en el técnico, el moral), es más rentable en términos de crecimiento social, que uno muy brillante pero que solo cumpla con los contenidos programáticos.

“Uno de los factores más peligrosos en esta línea es la falta de sensibilidad por parte del profesorado para captar las vivencias, expectativas y concepciones del mundo de la vida de sus alumnos capaces de hacer vibrar su inquietud mental y vital; una miopía pedagógica egocéntrica” (Jordán, J. 2009).

Si el sistema valorara los esfuerzos educativos no convencionales, es probable que en el corto plazo viéramos el surgimiento de más docentes que tímidos hoy, a la vuelta de un tiempo y tras ver el ejemplo de los primeros, comiencen a despuntar.

Al final de cuentas, el objetivo final realista no es creer que podríamos tener escuelas con el cien por ciento de docentes comprometidos, pero lo que sí es verdad es que tendríamos escuelas en donde las personas comprometidas no serían vistas como bichos raros.

vicmarcen09@gmail.com


EL MURO

El sistema educativo parte de la creencia de que la cantidad de información brindada al alumno es sinónimo de conocimiento útil para la vida, de tal forma que inspirados en esa premisa el docente tienda a saturar con datos y con mucho tiempo de clase.

En el fortalecimiento de esa especie de dogma forman parte los padres de familia, quienes lejos de detenerse a reflexionar sobre el futuro de sus hijos, parecen comportarse más bien como si desearan mantenerlos ocupados. La Secretaría de Educación haciendo eco de ese clamor, decide incrementar los días laborales para el personal docente.

De esa especie de círculo vicioso tal parece que nadie desea salirse, lo cual a final de cuentas termina por representar un problema para la sociedad porque el resultado tras años de hora aula, no lo es una persona innovadora ni tampoco un ser humano comprometido con su entorno, sino alguien harto del aula.

Cuando una escuela satura de información para cumplir con las expectativas laborales, de alguna forma impide el desarrollo de modelos alternativos de formación. “La cultura escolar está pautada en la realidad cotidiana por reglas informales, contradictorias, rutinarias y desorientadoras, tanto para los profesores como para los alumnos (...). Para que esos documentos estén cargados de vida deberían ser elaborados, reflexionados y revisados periódicamente con la mayor profundidad posible por todos los afectados” (Jordán, J. 2009).

No se trata de salvar la humanidad, se trata de poner orden, de detenerse a reflexionar porque al hacer eso será posible descubrir que lograr pequeños avances es más sencillo o menos complicado de lo que pensamos. Un docente que inspira a una sola persona de su grupo a mejorar en todos sentidos (ya sea en el técnico, el moral), es más rentable en términos de crecimiento social, que uno muy brillante pero que solo cumpla con los contenidos programáticos.

“Uno de los factores más peligrosos en esta línea es la falta de sensibilidad por parte del profesorado para captar las vivencias, expectativas y concepciones del mundo de la vida de sus alumnos capaces de hacer vibrar su inquietud mental y vital; una miopía pedagógica egocéntrica” (Jordán, J. 2009).

Si el sistema valorara los esfuerzos educativos no convencionales, es probable que en el corto plazo viéramos el surgimiento de más docentes que tímidos hoy, a la vuelta de un tiempo y tras ver el ejemplo de los primeros, comiencen a despuntar.

Al final de cuentas, el objetivo final realista no es creer que podríamos tener escuelas con el cien por ciento de docentes comprometidos, pero lo que sí es verdad es que tendríamos escuelas en donde las personas comprometidas no serían vistas como bichos raros.

vicmarcen09@gmail.com