/ miércoles 3 de junio de 2020

Los pndjs

EL MURO

La pendejez es relativa, las groserías también. En Argentina pendeja es un término coloquial usado para referirse una mujer jovencita, nuestro equivalente sería morra. En México, un pendejo es alguien que rompe con la norma, a veces de forma burda y siempre termina ofendiendo con su conducta.

Las groserías son catárticas y en ocasiones una herramienta simplona para que los políticos se granjeen simpatías instantáneamente aunque no resuelvan problemas. “Es por la gente consciente que cumple con su responsabilidad y también por los pendejos que siguen sin entender. Es por todos…”, declaró semanas atrás el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, en referencia a las personas que andan en la calle.

Fúrica tras el ataque cometido contra un perro cachorrito, la Alcaldesa de Mexicali escribió en su red social, buena ella no, sino su community manager, su manejador de redes: “… el desgraciado fue detenido. En Mexicali no vamos a permitir que ningún pendejo maltrate animales (disculpen la expresión)”.

El reporte de investigación “Swearing: A Biopsychosocial Perspective” confirma que insultar con groserías alivia el estrés e incluso atenúa el dolor, algo también demostrado en otro estudio sobre “malas palabras”, en el que varias personas metieron su mano en un balde con agua muy fría con el fin de medir la resistencia. Aquellas a las que les fue permitido gritar groserías soportaron más tiempo.

El confinamiento nos ha vuelto locos funcionales, básicamente porque el encierro no es una condición natural del humano, ser social por excelencia que requiere moverse para sobrevivir, pero dadas las circunstancias hay que guarecernos porque esta es la única medida de control probada desde hace siglos. Sí, por más extraño que parezca, la ciencia médica no ha podido aportar soluciones inmediatas ante los contagios. Las vacunas tardan entre 6 meses o hasta 3 años para ofrecer su primera versión, que no necesariamente suele ser la que termine con la enfermedad.

Una gran parte del desorden pandémico ha provenido de la misma autoridad, incapaz de entender los fundamentos de la condición humana ante el desconcierto. Acostumbrados a la grilla, a la manipulación de mensajes para obtener votos, nuestros políticos gobernantes se han visto rebasados por los hechos. Sin saber cómo actuar ante lo extraordinario, incurren en lo que prohibieron. Un día se muestran rígidos, pero al paso del tiempo relajan medidas, así, igualito como si el próximo año hubiera elecciones y no desearan molestar con sus medidas al elector o a sus patrocinadores de campaña.

Cada cabeza es un mundo, cada necesidad es relativa a la idiosincrasia de la persona y es tan válida siempre que entre en el marco de la legalidad. Algunas personas necesitan salir a trabajar, otras requieren superar su ansiedad, a alguien se le antoja una cerveza. Quizá no habría necesidad de pendejear al prójimo, si quien es responsable de poner orden supiera cómo hacerlo…

vicmarcen09@gmail.com


EL MURO

La pendejez es relativa, las groserías también. En Argentina pendeja es un término coloquial usado para referirse una mujer jovencita, nuestro equivalente sería morra. En México, un pendejo es alguien que rompe con la norma, a veces de forma burda y siempre termina ofendiendo con su conducta.

Las groserías son catárticas y en ocasiones una herramienta simplona para que los políticos se granjeen simpatías instantáneamente aunque no resuelvan problemas. “Es por la gente consciente que cumple con su responsabilidad y también por los pendejos que siguen sin entender. Es por todos…”, declaró semanas atrás el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, en referencia a las personas que andan en la calle.

Fúrica tras el ataque cometido contra un perro cachorrito, la Alcaldesa de Mexicali escribió en su red social, buena ella no, sino su community manager, su manejador de redes: “… el desgraciado fue detenido. En Mexicali no vamos a permitir que ningún pendejo maltrate animales (disculpen la expresión)”.

El reporte de investigación “Swearing: A Biopsychosocial Perspective” confirma que insultar con groserías alivia el estrés e incluso atenúa el dolor, algo también demostrado en otro estudio sobre “malas palabras”, en el que varias personas metieron su mano en un balde con agua muy fría con el fin de medir la resistencia. Aquellas a las que les fue permitido gritar groserías soportaron más tiempo.

El confinamiento nos ha vuelto locos funcionales, básicamente porque el encierro no es una condición natural del humano, ser social por excelencia que requiere moverse para sobrevivir, pero dadas las circunstancias hay que guarecernos porque esta es la única medida de control probada desde hace siglos. Sí, por más extraño que parezca, la ciencia médica no ha podido aportar soluciones inmediatas ante los contagios. Las vacunas tardan entre 6 meses o hasta 3 años para ofrecer su primera versión, que no necesariamente suele ser la que termine con la enfermedad.

Una gran parte del desorden pandémico ha provenido de la misma autoridad, incapaz de entender los fundamentos de la condición humana ante el desconcierto. Acostumbrados a la grilla, a la manipulación de mensajes para obtener votos, nuestros políticos gobernantes se han visto rebasados por los hechos. Sin saber cómo actuar ante lo extraordinario, incurren en lo que prohibieron. Un día se muestran rígidos, pero al paso del tiempo relajan medidas, así, igualito como si el próximo año hubiera elecciones y no desearan molestar con sus medidas al elector o a sus patrocinadores de campaña.

Cada cabeza es un mundo, cada necesidad es relativa a la idiosincrasia de la persona y es tan válida siempre que entre en el marco de la legalidad. Algunas personas necesitan salir a trabajar, otras requieren superar su ansiedad, a alguien se le antoja una cerveza. Quizá no habría necesidad de pendejear al prójimo, si quien es responsable de poner orden supiera cómo hacerlo…

vicmarcen09@gmail.com