/ miércoles 15 de abril de 2020

Vamo’a calmarno

EL MURO

Que alguien de nuestro círculo fallezca con coronavirus, no hace más peligrosa ni más seria la pandemia de lo que ya es, tampoco es señal de un repentino incremento en el número de casos. Esa percepción errónea obedece a una confusión cognitiva producto del comprensible dolor a causa de la pérdida.

A pesar de todo, lo mejor que podemos hacer es tranquilizarnos y guarecernos, porque el distanciamiento social (“medidas de intervención no farmacéuticas” les llama la OMS) es la única medida exitosa probada en más de un siglo, lapso durante el cual la humanidad ha sobrevivido a varios episodios similares.

Conviene conservar la calma porque apenas vamos en la semana 3 de las al menos 12 que toma controlar la dispersión masiva del virus. Y sí, el aburrimiento, la desesperación o hasta la incredulidad son comprensibles. En la pandemia de 1918-1920 hubo protestas en San Francisco de personas hartas del confinamiento, quienes desafiantes se retiraron el cubrebocas, pero el final de esa historia cuenta que el disciplinado pueblo sanfranciscano fue uno de los menos golpeados.

No hay absolutamente algo que las personas ajenas al sistema médico podamos hacer para resolver el asunto. Caer en la infodemia, el consumo enfermizo de noticias reales o falsas, solo complica más la problemática porque las únicas maneras en las que una pandemia disminuye son, además de guardarse en casa, por medio de una vacuna, la cual aún está muy lejos de estar disponible.

Los modelos matemáticos sobre conductas de personas no son profecías, sino proyecciones que dan un norte, que se nutren con actos humanos y los humanos somos impredecibles. Sin embargo, un hecho casi indiscutible es que de no respetar el confinamiento, podemos o bien prolongar el pico más alto de los contagios que terminan en muertes o bien, generar un doble pico, es decir, un resurgimiento del mal, cuando se creía controlado.

Existen simulaciones matemáticas sobre cuatro escenarios posibles: El primero es continuar la vida como si nada estuviera ocurriendo. En ese caso existe un pico sumamente alto de contagios y muertes al mismo tiempo, algo que precisamente es lo que se intenta evitar porque sabotearía el sistema de salud (como lo estamos observando en estos momentos en Baja California y eso que apenas es el comienzo de la crisis; no sorprendería un colapso del sistema de salud en las próximas semanas conformen arriben más enfermos).

El segundo implica una utópica cuarentena total que genera un punto álgido menos pronunciado. Cerrar casi totalmente las puertas funcionó en Wuhan, origen del problema y también tuvo éxito en algunas islas de California en 1918.

El éxito llega con propuestas más realistas acordes a nuestro estilo de vida: Cuando se consigue que la mayoría, salvo una cuarta parte, se mantenga encerrada, la población sana es dominante y el pico de enfermos es bajo; ni qué decir cuando solo aquellos con actividades estrictamente necesarias siguen activos. Así que paciencia y a seguir guardados en casa.

vicmarcen09@gmail.com

EL MURO

Que alguien de nuestro círculo fallezca con coronavirus, no hace más peligrosa ni más seria la pandemia de lo que ya es, tampoco es señal de un repentino incremento en el número de casos. Esa percepción errónea obedece a una confusión cognitiva producto del comprensible dolor a causa de la pérdida.

A pesar de todo, lo mejor que podemos hacer es tranquilizarnos y guarecernos, porque el distanciamiento social (“medidas de intervención no farmacéuticas” les llama la OMS) es la única medida exitosa probada en más de un siglo, lapso durante el cual la humanidad ha sobrevivido a varios episodios similares.

Conviene conservar la calma porque apenas vamos en la semana 3 de las al menos 12 que toma controlar la dispersión masiva del virus. Y sí, el aburrimiento, la desesperación o hasta la incredulidad son comprensibles. En la pandemia de 1918-1920 hubo protestas en San Francisco de personas hartas del confinamiento, quienes desafiantes se retiraron el cubrebocas, pero el final de esa historia cuenta que el disciplinado pueblo sanfranciscano fue uno de los menos golpeados.

No hay absolutamente algo que las personas ajenas al sistema médico podamos hacer para resolver el asunto. Caer en la infodemia, el consumo enfermizo de noticias reales o falsas, solo complica más la problemática porque las únicas maneras en las que una pandemia disminuye son, además de guardarse en casa, por medio de una vacuna, la cual aún está muy lejos de estar disponible.

Los modelos matemáticos sobre conductas de personas no son profecías, sino proyecciones que dan un norte, que se nutren con actos humanos y los humanos somos impredecibles. Sin embargo, un hecho casi indiscutible es que de no respetar el confinamiento, podemos o bien prolongar el pico más alto de los contagios que terminan en muertes o bien, generar un doble pico, es decir, un resurgimiento del mal, cuando se creía controlado.

Existen simulaciones matemáticas sobre cuatro escenarios posibles: El primero es continuar la vida como si nada estuviera ocurriendo. En ese caso existe un pico sumamente alto de contagios y muertes al mismo tiempo, algo que precisamente es lo que se intenta evitar porque sabotearía el sistema de salud (como lo estamos observando en estos momentos en Baja California y eso que apenas es el comienzo de la crisis; no sorprendería un colapso del sistema de salud en las próximas semanas conformen arriben más enfermos).

El segundo implica una utópica cuarentena total que genera un punto álgido menos pronunciado. Cerrar casi totalmente las puertas funcionó en Wuhan, origen del problema y también tuvo éxito en algunas islas de California en 1918.

El éxito llega con propuestas más realistas acordes a nuestro estilo de vida: Cuando se consigue que la mayoría, salvo una cuarta parte, se mantenga encerrada, la población sana es dominante y el pico de enfermos es bajo; ni qué decir cuando solo aquellos con actividades estrictamente necesarias siguen activos. Así que paciencia y a seguir guardados en casa.

vicmarcen09@gmail.com