/ miércoles 26 de septiembre de 2018

Chivo expiatorio

El Muro


Que la sangre del prójimo -de preferencia si son pequeños- tranquiliza a los dioses, fue una creencia muy arraigada que tuvo éxito gracias a lo que los expertos llaman falacia de la afirmación del consecuente.

Ante un problema, una desgracia, un desastre natural o el incomprensible comportamiento del cosmos, se acudía al plasma puro de inocentes: Según los aztecas, cada 52 años el sol corría el riesgo de extinguirse, lo que llevaría a que nos gobernaran malignos seres nocturnos. Por lo tanto era necesario ofrecer a un enemigo para evitar la tragedia y como el astro rey salía al día siguiente del sacrificio, la creencia se enraizaba.

Adonai (nombre alternativo usado por los judíos para referirse a Dios ante la prohibición de mencionar Yhwh) mandó decir a Aarón a través de Moisés que no podía entrar al santuario a menos que llevara un becerro y un carnero, además recibiría de la comunidad dos machos cabríos, de los cuales uno sería ofrecido para expiar los pecados: “Después inmolará el macho cabrío como sacrificio por el pecado del pueblo y llevará su sangre detrás del velo, haciendo con su sangre lo que hizo con la sangre del novillo: Rociará el propiciatorio y su parte anterior. Así purificará el santuario de las impurezas de los israelitas y de sus rebeldías en todos sus pecados”.

El otro “lo colocará vivo delante de Adonai para hacer sobre él la expiación y echarlo al desierto para Azazel”: Había nacido la tradición del chivo expiatorio (conocida actualmente como Yom Kipur) que debe realizarse a perpetuidad, el décimo día del séptimo mes judío (este 2018 inició el martes 18 de septiembre) “porque en ese día se hará expiación por vosotros para purificaros. De todos vuestros pecados quedaréis limpios delante de Adonai”.

En el neolítico aparecen las primeras evidencias de sacrificio humano con fines religiosos, específicamente en lo que hoy es Alemania. Los chinos ahogaban personas en honor del dios Hebo; los japoneses quemaban mujeres vírgenes; en Egipto la servidumbre debía ser sepultada junto al rey, algo similar ocurría con los celtas; los fenicios sacrificaban niños en honor a los dioses.

Afortunadamente se impuso la cordura proveniente del pensamiento científico que demostraba la inexistencia de correlación entre los actos y la causalidad: Ni los corazones de niños, ni las vírgenes inmoladas, ni la sangre de cachorro eran la fórmula del éxito.

Algunas tradiciones continúan hasta la actualidad, pero modificadas radicalmente, como el Yom Kipur, en donde la expiación está relacionada con el ayuno, oración, no trabajar, limpieza excesiva del cuerpo.

Lo que no cambia es el proceder de los políticos mexicanos en cualquier nivel, desde el Gobierno federal hasta la Presidencia Municipal, ya que a pesar de la mala situación del país ningún político es tonto, ni existen operadores ineficaces; tampoco hay corruptos juzgados, solo chivos expiando pecados en beneficio de la perpetuación del sistema.


El Muro


Que la sangre del prójimo -de preferencia si son pequeños- tranquiliza a los dioses, fue una creencia muy arraigada que tuvo éxito gracias a lo que los expertos llaman falacia de la afirmación del consecuente.

Ante un problema, una desgracia, un desastre natural o el incomprensible comportamiento del cosmos, se acudía al plasma puro de inocentes: Según los aztecas, cada 52 años el sol corría el riesgo de extinguirse, lo que llevaría a que nos gobernaran malignos seres nocturnos. Por lo tanto era necesario ofrecer a un enemigo para evitar la tragedia y como el astro rey salía al día siguiente del sacrificio, la creencia se enraizaba.

Adonai (nombre alternativo usado por los judíos para referirse a Dios ante la prohibición de mencionar Yhwh) mandó decir a Aarón a través de Moisés que no podía entrar al santuario a menos que llevara un becerro y un carnero, además recibiría de la comunidad dos machos cabríos, de los cuales uno sería ofrecido para expiar los pecados: “Después inmolará el macho cabrío como sacrificio por el pecado del pueblo y llevará su sangre detrás del velo, haciendo con su sangre lo que hizo con la sangre del novillo: Rociará el propiciatorio y su parte anterior. Así purificará el santuario de las impurezas de los israelitas y de sus rebeldías en todos sus pecados”.

El otro “lo colocará vivo delante de Adonai para hacer sobre él la expiación y echarlo al desierto para Azazel”: Había nacido la tradición del chivo expiatorio (conocida actualmente como Yom Kipur) que debe realizarse a perpetuidad, el décimo día del séptimo mes judío (este 2018 inició el martes 18 de septiembre) “porque en ese día se hará expiación por vosotros para purificaros. De todos vuestros pecados quedaréis limpios delante de Adonai”.

En el neolítico aparecen las primeras evidencias de sacrificio humano con fines religiosos, específicamente en lo que hoy es Alemania. Los chinos ahogaban personas en honor del dios Hebo; los japoneses quemaban mujeres vírgenes; en Egipto la servidumbre debía ser sepultada junto al rey, algo similar ocurría con los celtas; los fenicios sacrificaban niños en honor a los dioses.

Afortunadamente se impuso la cordura proveniente del pensamiento científico que demostraba la inexistencia de correlación entre los actos y la causalidad: Ni los corazones de niños, ni las vírgenes inmoladas, ni la sangre de cachorro eran la fórmula del éxito.

Algunas tradiciones continúan hasta la actualidad, pero modificadas radicalmente, como el Yom Kipur, en donde la expiación está relacionada con el ayuno, oración, no trabajar, limpieza excesiva del cuerpo.

Lo que no cambia es el proceder de los políticos mexicanos en cualquier nivel, desde el Gobierno federal hasta la Presidencia Municipal, ya que a pesar de la mala situación del país ningún político es tonto, ni existen operadores ineficaces; tampoco hay corruptos juzgados, solo chivos expiando pecados en beneficio de la perpetuación del sistema.