/ miércoles 22 de abril de 2020

Ya que pase todo esto...

EL MURO

Lo siento, quisiera decir lo contrario, pero ya que pase todo esto… todo seguirá igual que antes. Salvo en la imaginación de optimistas, no existen bases sólidas para creer que tras la pandemia surgirá un mundo mejor.

Ya que pase todo esto, quizá los empresarios dependan menos del intercambio comercial global, pero no estarán dispuestos a ceder: Todo para ellos, nada para el súbdito. Las crisis humanitarias previas nos han dejado como lección que todo cambia para seguir igual.

En la vida post coronavirus ni las personas serán mejores, ni los patrones más dadivosos con su personal, ni la medicina ocupará el primer lugar en importancia de la agenda mundial. Es más, es muy probable que algo tan elemental como las medidas profilácticas ni siquiera perduren. Cuando la normalización de lo extraordinario haga acto de presencia, cuando los medios informativos incluyan noticias sobre acontecimientos hoy olvidados, entonces nos iremos despidiendo del intenso lavado de manos, de #SusanaDistancia, como si hubiera sido una moda.

Los eventos extraordinarios tienden a sobredimensionarse. Hace días en Francia, el gobierno prohibió en aras de evitar la propagación virulenta del virus, “la bise”, el tradicional saludo de besito, diríamos por acá, el golpeteo de mejillas acompañado de una imitación del sonido del beso. Es sencillo suponer que dicha costumbre quedará borrada para siempre de la cultura francesa a causa de esta pandemia, hasta que descubres que en septiembre de 2009, durante la pandemia del H1N1, ocurrió lo mismo.

Claro, las cosas serán diferentes para quienes vivieron la amarga experiencia de la pérdida de un ser querido. Para ellos el 2020 será un recuerdo permanente del impacto del Covid19, lo mismo para el personal de salud, los policías, los equipos de emergencia, bomberos, socorristas así como para las personas sensibles, comprometidas con su entorno. Sin embargo -aunque duela en el alma- para la mayoría de la población todo esto será una anécdota, tema de pláticas en fiestas, porque los humanos tenemos mecanismos de defensa emocionales. No podemos vivir eternamente en la ansiedad, el desconsuelo o en la incertidumbre.

Es comprensible que existan manifestaciones que intenten aprovechar la coyuntura en busca de la reconstrucción moral de la sociedad, pero si al menos en Mexicali -en plena contingencia- vimos el caso de empresas no esenciales que no solo se resistieron a cerrar, sino que una vez clausuradas volvieron a operar, porqué habríamos de esperar un cambio en el modelo de vida en todo el planeta.

Sí, las crisis dejan aprendizajes, pero no necesariamente los que queremos: La clase trabajadora siempre termina absorbiendo todo el gasto -vía impuestos- destinado a la recuperación económica de las grandes empresas y la rutina vuelve a ocuparse de nuestras vidas, hasta que llega una nueva tragedia a repetir el ciclo. Así que no hay razón para la ilusión.

vicmarcen09@gmail.com


EL MURO

Lo siento, quisiera decir lo contrario, pero ya que pase todo esto… todo seguirá igual que antes. Salvo en la imaginación de optimistas, no existen bases sólidas para creer que tras la pandemia surgirá un mundo mejor.

Ya que pase todo esto, quizá los empresarios dependan menos del intercambio comercial global, pero no estarán dispuestos a ceder: Todo para ellos, nada para el súbdito. Las crisis humanitarias previas nos han dejado como lección que todo cambia para seguir igual.

En la vida post coronavirus ni las personas serán mejores, ni los patrones más dadivosos con su personal, ni la medicina ocupará el primer lugar en importancia de la agenda mundial. Es más, es muy probable que algo tan elemental como las medidas profilácticas ni siquiera perduren. Cuando la normalización de lo extraordinario haga acto de presencia, cuando los medios informativos incluyan noticias sobre acontecimientos hoy olvidados, entonces nos iremos despidiendo del intenso lavado de manos, de #SusanaDistancia, como si hubiera sido una moda.

Los eventos extraordinarios tienden a sobredimensionarse. Hace días en Francia, el gobierno prohibió en aras de evitar la propagación virulenta del virus, “la bise”, el tradicional saludo de besito, diríamos por acá, el golpeteo de mejillas acompañado de una imitación del sonido del beso. Es sencillo suponer que dicha costumbre quedará borrada para siempre de la cultura francesa a causa de esta pandemia, hasta que descubres que en septiembre de 2009, durante la pandemia del H1N1, ocurrió lo mismo.

Claro, las cosas serán diferentes para quienes vivieron la amarga experiencia de la pérdida de un ser querido. Para ellos el 2020 será un recuerdo permanente del impacto del Covid19, lo mismo para el personal de salud, los policías, los equipos de emergencia, bomberos, socorristas así como para las personas sensibles, comprometidas con su entorno. Sin embargo -aunque duela en el alma- para la mayoría de la población todo esto será una anécdota, tema de pláticas en fiestas, porque los humanos tenemos mecanismos de defensa emocionales. No podemos vivir eternamente en la ansiedad, el desconsuelo o en la incertidumbre.

Es comprensible que existan manifestaciones que intenten aprovechar la coyuntura en busca de la reconstrucción moral de la sociedad, pero si al menos en Mexicali -en plena contingencia- vimos el caso de empresas no esenciales que no solo se resistieron a cerrar, sino que una vez clausuradas volvieron a operar, porqué habríamos de esperar un cambio en el modelo de vida en todo el planeta.

Sí, las crisis dejan aprendizajes, pero no necesariamente los que queremos: La clase trabajadora siempre termina absorbiendo todo el gasto -vía impuestos- destinado a la recuperación económica de las grandes empresas y la rutina vuelve a ocuparse de nuestras vidas, hasta que llega una nueva tragedia a repetir el ciclo. Así que no hay razón para la ilusión.

vicmarcen09@gmail.com